
Mi Kabbala – Elul 29 – miércoles 2 de octubre del 2024.
¿Palabra?
El Texto de Textos nos revela en Isaías 40:8, “La hierba se seca y la flor se marchita, pero la palabra de nuestro Creador permanece para siempre”.
El Tetragrámaton, según la literatura rabínica, nos habla de HaShem o nombre especial, palabra usada para referirse a esas cuatro letras, yud-hey-vav-hey: יהוה, que en la Biblia nos presentan al mismo Creador y que algunas traducciones convierten en Yahvé o Jehová. Aunque otras manifestaciones nos hablen de Adonai (אֲדֹנָי, Señor), Elohim (Dios), todas parten de esas letras para indicarnos formas de acercarnos a ese Padre amoroso que está allí, anhelando que usemos nuestras bocas para alabarle, agradecerle y amarnos.
A partir de esas cuatro líneas o signos lingüísticos se formó todo lo que reconocemos, lo que significa que la combinación de estas nos da la idea de nuestra esencia, siendo el Yo Soy o Él que Es, o Aquel, esa otra perspectiva para entender nuestra existencia. Nuestro lenguaje es producto de la vibración de Su palabra, por lo que cada punto, línea, signo, letra, palabra, idea o pensamiento que expresamos nos denota que estamos recreándonos en lo creado. Al maldecir o violentar esa Palabra y sus mandatos, solo estamos irradiando nuestra oscuridad, por lo que es necesario cuidarnos respecto a las expresiones que salen de nuestra boca, פֶּה (pé).
Dichas letras tienen el poder de crear, ya que el Tetragrama (Yod-He-Vav-He) activa todo al vibrar con la fuerza de Su voz, un acto de fecundación y de acción, un descenso que dio lugar a nuestra formación y que, por ende, permite nuestra transformación, al consolidar con ellas nuestra realidad. Cada signo es un principio, como por ejemplo la Vav (ו), que representa una conexión entre el cielo y la tierra, la conciencia del Yo, del aquí y ahora. Yod (י), como segunda letra, es la fuerza de donde procede la palabra. Guf (גוף, cuerpo), con sus sonidos vacíos, expresa una conjunción y, por su simbología de un gancho, representa también la facultad de invertir el tiempo presente o futuro, denotándonos la idea de esa continua eternidad.
La letra He (ה), que aparece dos veces en el Tetragrama, participa de forma activa en la revisión del universo y nos llama a tomar conciencia del enlace del Vav entre el principio y el fin de todas las cosas, entre el cielo y la tierra, entre lo superior y lo inferior. Nos lleva a ver la fuerza de la razón y de la dialéctica, para que apacigüemos las emociones negativas que tanto afectan nuestra naturaleza humana. Esto explica la misión de corrección de esta vida, donde ese cuerpo, como receptor de la energía divina, logra a través del lenguaje la transmisión de esas chispas de luz que irradian el todo, להקרין (lehakrin).
De esas cuatro letras se forjan las 22 letras originales del hebreo y, a la vez, las de cada alfabeto, por diferente que nos parezca. Gracias a ellas consolidamos esa realidad imaginaria que, como narración lingüística, describe tanto la vida como nuestra esencia, siendo nosotros receptores de Su energía, de Su Palabra, la misma que nos llama a tomar conciencia para recrearnos armónicamente en lo creado. Esto se logra gracias a esa transmisión lingüística que nos llama a la integración de todas las chispas de ideas, haciendo que nuestra materia fragmentada, פִּצּוּל (pitzul), también se articule e integre.
El Texto de Textos nos revela en Juan 8:23, “Y les dijo: Vosotros sois de abajo, yo soy de arriba; vosotros sois de este mundo, yo no soy de este mundo. 24 Por eso os dije que moriréis en vuestros pecados; porque si no creéis que yo soy, en vuestros pecados moriréis”.
Oremos para que el nombre de nuestro Creador no sea invocado en vano.