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Mi Kabbala – Jeshván 17, 5785 – Lunes 18 de noviembre del 2024.

¿Estar?

El Texto de Textos nos revela en Isaías 7:14, “Por tanto, el Señor mismo os dará señal: He aquí que la virgen concebirá, y dará a luz un hijo, y llamará su nombre Emanuel”.

Antes de que nuestro Señor Jesucristo naciera, su padre, José, fue visitado por un ángel que le profetizó, pese a que María, aún virgen, no era más que su prometida. Se le reveló que ella concebiría y daría a luz un hijo sin su intervención, un ser que crecería como el Mesías, a quien llamarían Jesucristo, Yeshua, יֵשׁוּעַ, Salvador, Emanuel, como profetizó Isaías, quien, siete siglos antes, predijo que Él nacería de una virgen y que su nombre sería Imanu-El, עִמָּנוּ אֵל, “El Creador con nosotros”. Esto deja claro que, dado que el nombre de nuestro Creador es innombrable, podemos acercarnos a Él a través de nuestro Redentor.

Emanuel, como expresión sacrosanta, reúne las cualidades de sagrado y santo, las cuales nuestro Señor Jesucristo llevó consigo toda su vida. Sin embargo, nunca se las reveló a nadie, pues tenía claro que las autoridades judías no toleraban a aquellos que afirmaran ser el Mesías y menos aún que se refirieran a sí mismos como el Cristo, משיח, Māšîaḥ, “ungido”. Por esta razón, solo en ocasiones muy selectas dejó claro que era, literalmente, el Creador humanado, quien estaba entre nosotros para perdonarnos y mostrarnos el camino de retorno; esta “blasfemia” provocó para los fariseos su crucifixión y para los creyentes, nuestra redención.

Al estar con nosotros, no solo se manifestó como Salvador cumpliendo con las profecías y con lo expresado hasta en los Salmos, sino que trajo su bendición redentora a nosotros, su Iglesia. Por ello, la palabra Selah, סֶלָה‎, amén, que en hebreo es misteriosa, aparece a lo largo de la Biblia más de 70 veces, reiterándonos, a través de ese aleluya, que así es y será. Todo es gracias a su santidad; quizá por ello el término Selah aparece regularmente al final de un párrafo o de los versículos, mostrándonos desde su raíz, SLL, סלל, “levantar”, que, así como los levitas, debemos levantar nuestras voces y almas para honrarle.

Isaías, Ysa’yahu, ישעיה, “Él salva”, nos recuerda además, a través de sus profecías, que Él está con nosotros en cada instante a través de su Santo Espíritu y que se humanó para rescatarnos, para salvarnos. Desafortunadamente, nosotros comprendemos poco lo que ello significa y simplemente lo despreciamos, de modo que no le agradecemos a cada instante por tan maravilloso regalo, olvidando que al alabarle constantemente, como deberíamos hacer, nos acercamos a Él. Incluso los Salmos nos reconfirman que debemos servirle para reorientar nuestros caminos y enfocarnos más en Él.

Él está con nosotros, vino a salvarnos y a bendecirnos, y es necesario que elevemos nuestro ser, nuestra alma y nuestras voces para alabarle y agradecerle, asumiendo así, por fe, que ese acto que se tradujo en nuestra salvación al dejarse crucificar, fue la forma en que Él pagó por nuestros pecados. Esto nos lleva, voluntariamente, a creer en Él para retornar al Edén que desde el principio Él mismo creó para nosotros. Al verlo como Emanuel, asumimos que está siempre con nosotros, que está aquí y ahora, y que gracias a Él ya somos parte de la vida eterna, עוֹלָם, olam.

El Texto de Textos nos revela en Mateo 1:22, “Todo esto sucedió para que se cumpliera lo que el Señor había hablado por medio del profeta, diciendo: HE AQUI, LA VIRGEN CONCEBIRA Y DARA A LUZ UN HIJO, Y LE PONDRAN POR NOMBRE EMMANUEL, que traducido significa: DIOS CON NOSOTROS.”

Oremos para que el se manifiesta a diario en nosotros.

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