Back

Mi Kabbala – Jeshván 18, 5785 – Martes 19 de noviembre del 2024.

¿Templos?

El Texto de Textos nos revela en Proverbios 14:30, “el corazón tranquilo da vida al cuerpo, pero la envidia corroe los huesos”.

Contamos con un cuerpo, básar (בָּשָׂר), compuesto por billones de moléculas y células, de las cuales conocemos lo básico. A veces, es necesario atender el llamado que nos hacen algunas enfermedades para apreciar el verdadero valor de las funciones que estas desempeñan en nuestras vidas. Cada una de las partículas del universo contiene esa energía, luz divina, que retroalimenta nuestro ser. Las interacciones e interrelaciones se producen en todos los niveles gracias al vibrar de la Palabra del Creador. Con ello, enfatizamos la importancia de recrearnos menos en nuestras expresiones engañosas.

Nuestro cuerpo, como templo (mikdash) o morada (shaján, שכן) del Espíritu Santo, es el espacio propicio para que nuestra alma se conozca, se reconozca y se reencuentre con ese haz de luz. La oración es el canal propicio para iluminar nuestras mentes oscuras, permitiéndonos incrementar nuestro entendimiento y, con ello, todas las demás capacidades creativas que nos llevarán a asumir conscientemente el significado de sabernos hijos de Dios, seres eternos llamados a fluir con cada partícula de este universo. Así, logramos integrarnos con Él a través de Su obra.

Todo nos habla de Él. Por eso, expresiones como beth Elohim, que significa “la morada del Creador”, se unen a mikdash (“santuario”) y a kadosh (קדוש, “santo”), derivadas de la raíz קדש (“separado”), para recordarnos que nuestro cuerpo cumple con el propósito de servir como punto de encuentro para nuestra alma. Esa alma, que se ha alejado voluntariamente, puede ir tomando consciencia al reconocerse desde las inconsciencias propias de este mundo caído y oscuro. De esta manera, se reafirma su dependencia de quien le nutre, dejando atrás los engaños que priorizan lo material bajo criterios estéticos, cuando deberían primar lo ético de Sus preceptos y mandatos.

Malaquías (מַלְאָכִי), al igual que muchos otros mensajeros terrenales, nos llama a alcanzar una disciplinada integridad para que se nos devuelva el sentido trascendente divino. Nos invita a reconocernos desde lo verdadero, desde la vida misma, cuya esencia está inscrita en nuestro ADN, en cada célula y partícula de nuestro ser y de la naturaleza. Por ende, en todos nuestros intercambios de información se encuentran Sus revelaciones. Esto significa que todas nuestras vivencias nos llaman a comunicarnos con Él, a integrarnos. Incluso nuestros conflictos son alarmas que nos recuerdan la necesidad de apartarnos de los descuidos y distracciones mundanas para volver a Él.

Honrar (kabád, כָּבַד) nuestro cuerpo como templo de vida significa despertar y acercarnos a esa morada celestial, donde alabaremos a Dios con una vida santificada. Esto implica retroalimentarnos de todo lo sano, bueno, bello y armónico que Él creó para nosotros. Al ser conscientes, degustamos de Sus bendiciones físicas, mentales y espirituales. Este bienestar también influye en nuestras emociones, permitiéndonos mantener relaciones armónicas con nosotros mismos, con los demás y, lógicamente, con Él, nuestro guía.

El Texto de Textos nos revela en I de Corintios 6:19, “¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el cual está en vosotros, el cual tenéis del Creador, y que no sois vuestros? 20 Porque habéis sido comprados por precio; glorificad, pues, al Creador en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son del Creador”.

Oremos para que nuestra alma se reconecte con Él a través de este templo físico.

Leave A Reply

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *