Back

Mi Parashá – Génesis 4:6

Más allá de confundirnos hablando de ángeles como mensajeros o de otros seres celestiales que habitan en diferentes esferas o dimensiones, o de enfocarnos en los diferentes mundos e incluso en otras posibilidades como la reencarnación, lo ideal es no perder de vista que la invitación bíblica es reiterativa en enfocarnos en Él y en Su voluntad.

Es claro que Él interviene en la creación y que todo fluye armónicamente a la vibración de Su Palabra, lo cual no se opone al hecho de que nos dotó de vida y de libre albedrío, y que en este espacio contraído que generó para nosotros, respeta nuestras decisiones, por contrarias que sean a su orden.

Esto se traduce en que Él sigue comunicándose con nosotros, otorgándonos todo tipo de señales, mensajes y posibilidades, ya que al final, estamos predestinados como sus hijos a integrarnos a Él. Sin embargo, este proceso se acoge a nuestro destino: es decir, ese final depende de nuestras elecciones voluntarias.

Por ello, cuando Él mismo nos cuestiona acerca de nuestras vivencias y expectativas, quizá a través de la voz de nuestra conciencia, no es tanto para conocer nuestras inquietudes, sino para que seamos nosotros quienes reflexionemos sobre ellas y los resultados que nos están ofreciendo.

Él lo sabe todo, así que sus insinuaciones respetuosas de nuestro libre albedrío solo buscan que leamos, desde nuestras emociones inconscientes, lo que realmente está ocurriendo en nuestras vidas, ya que nuestra propia alma está desconectada de cuerpo y mente como resultado de nuestro enfoque distorsionado y nuestras distracciones exteriores.

Si buscamos con sinceridad y transparencia la raíz de nuestros males y disgustos, nos daremos cuenta de que lo que le da verdadero valor a la vida no son tanto los resultados físicos, sino nuestro crecimiento espiritual, luz que al tocar nuestro entendimiento aclara y enseña que este es un momento de oportunidades y no de sufrimientos y castigos, como a menudo malinterpretamos.

Es cierto que hay consecuencias irreversibles, pero esas mismas energías destructivas contienen la posibilidad posterior del arrepentimiento y, en muchos casos, del descubrimiento de nuestras verdaderas potencialidades y búsquedas. Por ello, sus llamados a examinarnos contienen a la vez la posibilidad de entendernos, atenderlo, redirigir nuestros énfasis y enfoques, y lograr equilibrar esas energías hacia lo constructivo de la espiritualidad.

Quizá por eso es más fácil destruir que construir, ya que este proceso de mejoramiento y sus lecciones implican autocontrol para no dejarnos llevar por impulsos nerviosos y emocionales inconscientes, en la mayoría de los casos, reproducidos por nuestras fuerzas negativas. Es necesario empezar a acercarnos al origen y trasfondo de estos impulsos, que tienen que ver con reconectar nuestras almas con nuestro ser.

Se cree que nuestras almas están dormidas, atadas, encerradas, esclavizadas, percibiendo unas proyecciones imaginarias que, como películas de cine, le reproducen una realidad distinta a la que realmente desea. Por eso debemos trabajar para cambiar esas insatisfacciones, frustraciones, decepciones y sensaciones de enojo: “חָרָה” (kharah – enfurecido), con un valor numérico de 208, para que la separación y división entre mente, cuerpo y alma no sea el común denominador.

Estos conflictos reflejan, como una alarma, que debemos construir acuerdos con nosotros mismos, con los demás, pero sobre todo con el Creador para buscar Su guía. Desde nuestras oscuridades, esa brecha o abismo nos parece imposible de superar, siendo indispensable que nuestras metas terrenales no estén visionadas desde el bienestar egoísta personal, sino desde el bienestar general.

La palabra “פָנֶיךָ” (panekha – tu semblante), que tiene un valor numérico de 176, nos recuerda que somos seres incompletos que debemos reparar o corregir este mundo, para lo cual necesitamos de Él. Este proceso implica un despertar de nuestra alma para coordinar mejor el cuerpo, la mente y, por ende, esa realidad que sugiere a través de nuestros estados emocionales la búsqueda de una armonía y paz, que como señal divina nos indica si estamos acercándonos o no a Su voluntad.

Dejarnos llevar por esos impulsos nerviosos y emocionales inconscientes, reprogramados desde aquellos días en nuestros genes, solo denota que nos percibimos como rechazados o no apreciados por Él. Sin embargo, si examinamos nuestra realidad, Él quiere que utilicemos cada circunstancia como una oportunidad de cambiar nuestro rumbo, de redirigir nuestras energías hacia Él y hacia lo bueno y positivo de toda su obra.

Leave A Reply

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *