Mi Kabbala – Jeshván 9, 5785 – Domingo10 de noviembre
¿Crear?
El Texto de Textos nos revela en Job 6:24, “Enseñadme, y yo callaré; Hacedme entender en qué he errado”.
Creamos (qal, bara, בָּרָא) y nos recreamos a través de nuestro lenguaje, una combinación de imaginarios que construimos mediante esas letras transformadas en ideas, las cuales se fusionan con lo creado para llenarnos de chispas de luz: expresiones con las que consolidamos nuestras realidades imaginarias, las mismas que a diario vivimos y proyectamos a través de nuestras interacciones y relaciones, dándole a esa información significados que, a su vez, orientan nuestras vidas al interpretar esas experiencias clasificadas en nuestra memoria como buenas o malas.
Nuestra voluntad depende de esas intenciones imaginarias alineadas con creencias que toman algo como real y cierto, solo porque forma parte de esa narración ancestral milenaria decodificada. Así, proyectamos esos conocimientos y sus alucinaciones de manera que constituyen no solo un modelo mental o una forma de pensar, sino también categorías de lo que suponemos debe ser la vida (chayim, חַיִּים). Esto implica que todo lo que pensamos tiene que ver con esas chispas de luz o ideas divinas, que reproducimos gracias a nuestro lenguaje, como imágenes que interpretamos mediante atributos físicos, debido a nuestra percepción sesgada.
Es nuestra mente, en su vacío, la que permite que esas proyecciones lingüísticas se iluminen como fruto de reflejos externos desde el momento en que Él exclamó: “hágase la luz” (iehi or, יְהִי אוֹר), generando con esa vibración luz, energía que rompió la oscuridad cósmica y creó. Fue el vibrar de Su Palabra lo que generó el movimiento de esos signos lingüísticos, letras por Él pronunciadas para que, como chispas, proyectaran todo lo que Él deseaba crear, incluyéndonos a nosotros. Es en esta verbalización que, como don, nos recreamos, interpretando una realidad al deletrear cada una de esas expresiones que proyectamos como imaginarios.
Su Palabra (Tora, תורה) contiene esas señales de luz que nos guían para que, al deletrear, leer, pronunciar, cantar y comunicarnos, nos acerquemos más a Él. Así, salimos del mundo de las formas en el que estamos atrapados y nos hacemos conscientes del verdadero significado de ese sistema narrativo que consolida nuestras vivencias. Esta perspectiva debemos ir comprendiéndola poco a poco, al tomar de su haz de luz, permitiendo así que nuestros pensamientos, con cada nueva idea, nos dirijan hacia Él en vez de distraernos con esos fragmentos lumínicos egocéntricos.
Joel (יואל, Yw Ēl) nos llama a creer y confiar en ese Creador, usando nuestro lenguaje para ello y transformando esa programación milenaria que ha constituido incluso esa imagen humana en la cual no nos reconocemos como sus hijos. Por ello, nuestra pantalla interior nos lleva cada día a combinar expresiones que proyectan otra realidad, ofreciendo a nuestro entendimiento conceptos dispares respecto de esos términos originales que el Creador nos entregó en su Palabra, y que, distraídos en nuestras alucinaciones, obviamos, necesitando que sea el Espíritu Santo quien nos la traduzca.
El Texto de Textos nos revela en Mateo 12:36, “Pero yo les digo que en el día del juicio todos tendrán que dar cuenta de toda palabra ociosa que hayan pronunciado”.
Oremos para que nuestras palabras reflejen nuestra conexión al Creador.