
Mi Kabbala – Nisán 22, 5785 – Domingo 20 de abril del 2025.
¿Esperanza?
El Texto de Textos nos revela en Miqueas 7:7, “Pero yo he puesto mi esperanza en el Señor; yo espero en el Creador, mi salvador, ¡Él me escuchará!”
Fuimos hechos a imagen y semejanza del Creador, de allí que la palabra Adam, logra a través de la fusión de las letras hebreas originales: dam (דם) hablarnos además de esa carne y hueso que producto de la sangre como líquido vital, le da a nuestro ser vida, la misma que se nutre del aliento del Creador que fluye con el aire que nos denota que todo lo existente depende de Él, perspectiva que se debe traducir en confianza, en esa esperanza eterna que a la vez nos llama a trabajar mas que unidos en pro de nuestra integración voluntaria, degustando de todo lo que ha sido creado para nuestra coexistencia.
Todo nos integra y nos denota que debemos hacernos parte y trabajar para ello. Bajo esa mirada no parece lógico que cuando tengamos conflictos lleguemos a perder esa esperanza (תִּקְוָה, ticvá) desanimándonos, lo que solo nos demuestra que erradamente nos alejamos más y más del Creador y su aliento de vida, el mismo que fruto del Espíritu Santo nos sacia y calma nuestra sed de vivencias gracias a esa agua viva que es nuestro Señor Jesucristo nuestro salvador, de allí que debemos coexistir en Su amor, irradiando de Su misericordia a través de nuestro servicio desinteresado.
Cada partícula de lo creado contiene esa su esencia en diferentes niveles, lo que nos expresa además que Él es esa fuente (mikve, מִקְוֶה) de vida, expresión que viene de la raíz (קוה) y que nos sirve como creyentes de recordatorio para superar nuestra impaciencia, visionándonos en la eternidad gracias a la fe en nuestro salvador, quien nos llama a esperar en Él, lo cual implica recibir de Su ánimo y aliento, de Su palabra, de ese fluir amoroso que nos demuestra que solo hay un tiempo presente a través del cual deberíamos vivenciar cada circunstancia e interacción que nos acontece, buscando siempre corregir todo aquello que no nos permite coexistir armónicamente con todo lo creado.
Desde una etimología más profunda se nos recuerda que la palabra hebrea mikve, también significa charco de agua, lo cual nos lleva de alguna forma a ese momento inicial de la creación en donde al conjunto de las aguas, Él les llamo, luego las forjó como mares (יָם, yam) denotándonos que es ese líquido, recurso más abundante de la tierra, base de toda vida lo que a su vez nos recuerda que Él es nuestro más preciado manantial, siendo necesario beber de esa fuente, ya que allí encontraremos nuestra más profunda esperanza debido a que de Él nace nuestra propia sangre.
Todo se hilvana en pro de nuestro crecimiento integral, si así lo queremos comprender, sin embargo es importante que esa espera terrenal, se convierta en confianza o sea en fe, lo que quiere decir el sabernos Sus hijos y por ende a cada instante gracias a ese mensaje amoroso de nuestro Señor Jesucristo compartir con nuestros próximos de Su fluir, comprendiendo que aunque debemos esperar otro tipo de entornos en donde nos percibamos realmente más cerca del Creador, Él siempre estará allí en nuestra sangre, ADN, en nuestro cuerpo, Su templo, a través de Su Espíritu, guiándonos permanentemente para que nos elevemos (נָשָׂא, nasah) y retornemos a Su lado.
El Texto de Textos nos revela Hebreos 11:1, “Ahora bien, la fe es la garantía de lo que se espera, la certeza de lo que no se ve”.
Oremos para esperar en Él pacientemente.