
Mi Kabbala – Tishrei 2, 5785 – viernes 4 de octubre del 2024.
¿Tiempo?
El Texto de Textos nos revela en Genesis 1:14, “Dijo luego el Creador: Haya lumbreras en la expansión de los cielos para separar el día de la noche; y sirvan de señales para las estaciones, para días y años”.
Cada signo lingüístico es un punto de luz (אור), que, fruto de la vibración de Su palabra, genera un fluir universal. Este, a través de nuestro lenguaje, consolida una realidad imaginaria que nos ofrece señales sobre el sentido hacia donde debemos orientar nuestros movimientos. Sin embargo, la secuencia terrenal de estos, gracias a nuestro libre albedrío, hace que nos alejemos de Su voluntad, percibiendo en nuestras mentes sucesos imaginarios propios y egoístas que nos inducen a reproducir una amalgama de alucinaciones, las cuales compartimos como ideales, pero que realmente nos descontextualizan de lo que es estar a Su lado: comunicándonos con Él al integrarnos a Él.
Ilusión a la que denominamos tiempo, cronos, que moldea nuestros conocimientos proyectándonos una realidad en la cual inconscientemente participa nuestra alma, prisionera de dichas ideas. Esto nos induce a reproducir una perspectiva terrenal que ignora ese Kairos, Zman (זְמַן), tiempo que, dentro de la eternidad, es un punto de reencuentro en el que el presente celestial, como regalo del Creador, nos espera. Por ello necesitamos la guía de Su Santo Espíritu para que nuestros actos, sus causas y sus efectos se alineen al interactuar con Su obra, en pro de nuestra transformación.
La narración divina nos permite asumir que nuestros calendarios, solares en occidente y lunares para el pueblo judío, nos llaman a ajustarnos al tiempo del Creador, despertando de este sueño temporal que nos aísla, tal como Él mismo lo demostró al hacerse humano y manifestarnos que nuestros ciclos terrenales se reiteran hasta que nos liberemos, como el pueblo judío de la esclavitud en Egipto, de lo mundano. El arrepentimiento, Aseret Iemei Teshuva (עשרת ימי תשובה), es la rectificación del camino, la opción que enfoca esa secuencia temporal hacia Él.
Somos atemporales, pero nuestras cuentas globales llenas de especulaciones no nos permiten entender que la muerte es el punto final de coincidencia con lo eterno. Así que, creamos o no en el Juicio que ella implica, debemos visualizarnos como creyentes en ese Shabat universal, Guemar HaTikún (milenio, גמר), en el que salimos del sueño en el que caímos y completamos la secuencia celestial para empezar, a Su lado, a experimentar otro tipo de conteo, superando la realidad mundana, egoísta y pecadora que se opone a Sus amorosos propósitos y a Su plan. Es momento de dejar de distraernos con todo.
Cada instante terrenal nos genera una oportunidad de sabernos Sus hijos, hermanos, יהודים (Yehudim), postura que, además, nos acerca más a Él para que nuestros años —que, como línea, son la suma de puntos hacia la eternidad— nos permitan aprender de todo lo que este mundo nos ofrece hasta integrarnos permanentemente a Él a través de Su obra. Esto dará por terminado un proceso terrenal en el que naceremos de nuevo ante la muerte y despertaremos a Su realidad eterna, en donde proliferará el amor hacia nuestros próximos como a nosotros mismos y, sobre todo, hacia el Creador por encima de todo lo que se nos propone, compartiendo ya no alucinaciones egoístas, sino una verdad plena y eterna.
El Texto de Textos nos revela en II de Pedro 3:8, “Mas, oh amados, no ignoréis esto: que para con el Señor un día es como mil años, y mil años como un día”.
Oremos para que nuestros tiempos coincidan con los propósitos del Creador.