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Mi Kabbala – Tishrei 20, 5785 – Martes 22 de octubre del 2024

¿Vivencias?

El Texto de Textos nos revela en Deuteronomio 4:39, “Reconoce y considera seriamente hoy que el Señor es el Creador arriba en el cielo y abajo en la tierra, y que no hay otro”.

Todo nos habla de Él como Árbol de la Vida quien se nos revela a través de la diversas en que coexistimos, siendo este plano la terrenal solo una imagen de ese escenario superior: el Ain Sof, Infinito, que por no percibir calificamos como la Nada; desconociendo esa contracción que se expresa a través de nuestra esencia, la misma que es Su Luz la cual recrea todo, abriéndose paso desde adentro hacia afuera. expansión que busca que la energía se establezca y cree: Bara (בָרָא), interpretación que requiere una sabia, compleja y perfecta ecuación que solo percibimos como manifestaciones o destellos de ese Ser que nos guía hacia la posibilidad de reintegrarnos voluntariamente con Él.

Estas ideas abstractas, plasmadas a la vez en las diez Sefirot, nos reproducen un imaginario en donde, desde la cumbre o corona de dicho Árbol: Kether (כתר), se nos explica lo que fue, es y será, dentro de nuestra lógica semántica, que se alimenta de ese rayo de Luz de su palabra que desciende gracias a esas diez emanaciones como veintidós signos lingüísticos, que se convierten en los senderos para esa evolución espiritual, en un itinerario de ascenso que con  sus ciclos va iluminándonos a lo largo de esta misión terrenal.

La imagen del Árbol nos presenta a su lado Maljut (מלכות), ese deseo que enraíza en nuestro mundo ese rayo, esa luz divina como presencia del Creador en la materia, emanación que nos vincula además a cada uno de los atributos del Creador, bajo una perspectiva que, como analogía, refleja nuestra anatomía humana pero, al mismo tiempo, nos llama a nuestra autorrealización en el camino espiritual denotándonos que somos un todo que se integra a través de vivencias en donde cada imaginario nos entrega en pro de ello señales reorientadoras que se reproducen en nuestras mentes.

Sin embargo, a diario lo despreciamos como guía y Rey. Quizá por eso Samuel (שָׁמַע, shamá) nos llama a volver a Su guía, reenfocándonos en esa perspectiva divina holística que nos revela el universo, del cual solo decodificamos apartes que leemos como misterios. Mirada que es necesario revisar para que el Espíritu Santo nos integre a ese Haz de Luz, nutriéndonos así del Árbol de la Vida, nuestro Señor Jesucristo, quien con Su amor nos reitera cuál es nuestra esencia, así es como al redescubrir esta estructura espiritual, podemos ascender por esos senderos que nos devolverán a nuestro estadio original.

Nuestro ascenso progresivo requiere que asumamos las experiencias diarias, propias y ajenas, y aprendamos a maniobrar nuestra voluntad consciente. Debemos entender que en nosotros mismos se encuentra toda la información para iluminar nuestra alma, hoy perdida en la oscuridad. Necesitamos acercarnos a esos niveles psicoespirituales para darle otro sentido a todo lo que nos acontece. La Biblia es nuestra principal fuente de retroalimentación, tal como lo expresaron profetas, como Ezequiel (יְחֶזְקֵאל), quien nos explicó los cuatro mundos, cuatro elementos básicos de la Creación, diagrama, que llevamos a las Sefirot, nos brinda una idea de cómo funciona todo lo creado, para que podamos alinearnos con los propósitos de nuestro Creador.

El Texto de Textos nos revela en II de Corintios 10:3, “Pues aunque vivimos en el mundo, no libramos batallas como lo hace el mundo”.

Oremos para que el Espíritu Santo ilumine nuestro entendimiento.

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