
Mi Kabbala – Tishrei 22, 5785 Jueves 24 de octubre del 2024
¿Sueño?
El Texto de Textos nos revela en Genesis 2:21, “Entonces el Señor Creador hizo caer un sueño profundo sobre el hombre, y este se durmió; y el Creador tomó una de sus costillas, y cerró la carne en ese lugar”.
Nuestra alma proviene del Creador, y estamos hechos de Su esencia: a Su imagen y semejanza. Esto genera un deseo de recibir, lekabel (קבלה), un lado egoísta que, producto de la fragmentación por Su contracción, nos distancia. Este anhelo puede convertirse en ego, un orgullo que nos aleja aún más de Él. Por ello, es necesario comunicarnos permanentemente a través de Su obra. Estamos llamados a otorgar, a dar, a servir y a amar, y este mundo de la acción y la ficción es el escenario ideal para alcanzar ese proceso, donde debemos escoger entre la dimensión de la muerte, al desconectarnos de Él, o sumarnos y unirnos a Su plan.
Este proceso de reconexión es lento y diario, haciéndonos conscientes de muchas inconsciencias que nos sofocan debido al pecado. La iluminación se logra a través del amor, que, al vincularnos con el Creador, nos transforma para superar ese deseo, que nos confunde sobre nuestra verdadera fuente de vida: el Haz de Luz del Creador, que como hilo conductor nos integra para que la muerte física no sea la opción final, juicio,צֶ֫דֶק, tsedeq, en el que podemos pasar al sueño profundo, donde perdemos nuestro libre albedrío y nuestra esencia, o bien, redimirnos y reincorporarnos a Su plan: despertar eterno.
El Creador hizo todo con sabiduría. Nos dio unas horas activas durante el día, pero, al caer al sueño o “muerte menor” diaria (mavet, מָוֶת), como la llaman algunos ortodoxos, cada despertar nos ofrece una nueva oportunidad para progresar. Si no durmiéramos, no habría un mañana, y la vida sería un solo y eterno presente, como en el cielo, donde cada pensamiento y acción no serían consecuencia de nuestros actos anteriores. El sueño nos da la capacidad de despertar y elevarnos de nuestra naturaleza pecaminosa.
Este mundo de sueños e ilusiones nos limita, pero también nos permite un crecimiento lumínico consciente. Reconocer al Creador y buscarlo implica vencer ese deseo egoísta natural de solo recibir. Aquellos que hablan de cuatro mundos o dimensiones, que sintetizan nuestros planos de vida para alcanzar la divinidad o Atziluth (עוֹלָם), nos llaman a vislumbrarnos dentro de un espacio formativo material que nos permitirá trascender como criaturas vivientes, más allá de ese firmamento, que como cortina o velo nos oculta la comprensión del trono de Zafiro en el Mundo de la Creación, donde está Su verdad.
Daniel (mishpat, משפט, “juez”) nos enseña, a través de la interpretación de sueños, la importancia de comprender que nuestro cuerpo físico, que necesita descansar para restaurarse, debe armonizarse con lo mental y lo espiritual. En la medida en que despertamos nuestra creatividad y trascendemos la percepción sesgada por nuestros sentidos y emociones, asumimos que, como partes del Mundo Divino, debemos reconocernos como hijos del Creador en cada una de las esferas de los cuatro aspectos en los que cohabitamos. No obstante, nuestra comprensión es limitada por estar enfocados en la ficción de la ilusión.
El Texto de Textos nos revela en Lucas 16:22, “Y sucedió que murió el pobre y fue llevado por los ángeles al seno de Abraham; y murió también el rico y fue sepultado. En el Hades alzó sus ojos, estando en tormentos, y vio a Abraham a lo lejos, y a Lázaro en su seno”.
Oremos para despertar del sueño de este mundo a la eternidad de la vida.