
Mi Kabbala – Tishrei 25, 5785 – Domingo 27 de octubre del 2024.
¿Enfermos?
El Texto de Textos nos revela en Levítico 13:45, “Todo el tiempo que la llaga estuviere en él, será inmundo; estará impuro, y habitará solo; fuera del campamento será su morada”.
Cohabitamos en el mundo del pecado, distanciados del Creador, quien, incluso a través de las adversidades y enfermedades, llama nuestra atención para transformar esos comportamientos. Todos esos agentes patógenos invisibles que nos contagian y hasta se propagan en el aire son parte de las impurezas de un mundo alejado de Su luz; una invitación a orar y postrarnos: tzara’at, צרעת, para que podamos escucharle y entender que podemos encontrar en esas debilidades, como en todo lo que nos detiene y alerta, un aporte divino para nuestro crecimiento, si confiamos en Él.
Para prevenir la propagación de estos dilemas y virus contagiosos, el ser humano ha intentado diversas posibilidades, desde cubrirse la boca hasta el aislamiento y la cuarentena. Esta perspectiva nos ayuda a entender que todos los males que se extienden en nuestro entorno, como la lepra —que quizá va más allá de la piel, or, עוֹר—, son útiles para que revisemos la forma en que estamos experimentando este proceso transitorio terrenal. Con sus alertas, este proceso busca motivarnos a una transformación profunda de nuestros comportamientos incoherentes y desobedientes.
Buena parte de nuestras enfermedades, como clamores del alma, requieren que nos cuidemos integralmente, especialmente en lo que decimos y en los pensamientos que de ello se desprenden, para que Él nos bendiga, baraj, ברך. Esta expresión de la raíz BRK, que significa rodilla, nos insinúa que para asimilar su guía y vivir armoniosamente sanos debemos arrodillarnos en oración, acercándonos espiritualmente a Él para expresarle, como leprosos, no solo nuestro deseo de ser sanados o alimentados, sino también de depender plenamente de Él como única fuente de vida, usando nuestro lenguaje para reproducir esas bendiciones, y comprendiendo que para sanar solo necesitamos confiar.
La berajá, בירך, o bendición tradicional que nuestro Señor Jesucristo recitó es la misma que aún hoy pronuncian los judíos antes de comer pan: Baruj Ata Adonai Eloheinu Melej HaOlam HaMotzi Lejem Min HaAretz, “Bendito seas, Señor, Rey del Universo, que haces brotar el pan de la tierra”. Aunque estamos inmersos en el mundo del pecado, donde nuestras enfermedades y necesidades se multiplican como virus, esto nos indica que debemos confiar de corazón, utilizando nuestras oraciones más que para pedir sanidad, como instrumentos de su guía, pues quejarnos solo invoca incorrectamente Su Palabra.
Ezequías, חִזְקִיָּהוּ, Hzkyhw, fuerza, rey de Israel, representa esa genealogía que nos lleva al único Rey y Señor de señores: Jesucristo, incitándonos a confiar plenamente en el Creador, incluso para obtener más tiempo de vida. Desde esa posibilidad, nos llama a aceptar cada señal de atención, de nuestro ser, como una oportunidad de orar más, escucharle, dejar que Él nos sane y salve, y continuar a su lado en nuestro proceso de crecimiento hasta retornar a ese estado original en el cual fuimos creador y del que nos alejamos a causa del pecado.
El Texto de Textos nos revela en Mateo 8:2, “Y he aquí vino un leproso y se postró ante él, diciendo: Señor, si quieres, puedes limpiarme. 3 Jesús extendió la mano y le tocó, diciendo: Quiero; sé limpio. Y al instante su lepra desapareció”.
Oremos para que el sane y satisfaga nuestras necesidades.