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Mi Parashá – Génesis 10:10

Releer en este versículo que los primeros dominios del reino de Nimrod nos llevan a cuatro ciudades nos da las claves para vislumbrar en la antigua Mesopotamia: Babel, que más adelante se convertiría en Babilonia, Erec, Acad y Calné, territorios ubicados en la tierra de Sinar, escenarios que, gracias a la gematría y la cábala, podemos entender de forma más clara.

El concepto de reino, מַמְלַכְתּוֹ (Mamlachto), מ (Mem) = 40, מ (Mem) = 40, ל (Lamed) = 30, כ (Kaf) = 20, ת (Tav) = 400 y ו (Vav) = 6, tiene un valor gemátrico de: 40 + 40 + 30 + 20 + 400 + 6 = 536, que al reducirse a 5 + 3 + 6 = 14, y luego 1 + 4 = 5, nos simboliza cambio y libertad, lo que indica que el reino de Nimrod estaba marcado por ese poder de transformación, con la capacidad de influir en cambios significativos para todos.

Sin embargo, al hablar de Babel, בָּבֶל (Bavel) – Babel, ב (Bet) = 2, ב (Bet) = 2, ל (Lamed) = 30, con un valor gemátrico de: 2 + 2 + 30 = 34, que puede reducirse a 3 + 4 = 7, nos proyecta hacia lo que debe ser nuestra búsqueda de perfección espiritual en la plenitud divina. Nos muestra, más adelante, con la historia de la Torre de Babel, cómo el poder mal entendido por una civilización entera conlleva grandes peligros debido a la ambición desmedida y el egocentrismo ante la falta de unidad espiritual.

Por su parte, Erec, אֶרֶךְ (Erekh), א (Alef) = 1, ר (Resh) = 200, ך (Kaf final) = 20, con un valor gemátrico de: 1 + 200 + 20 = 221, que puede reducirse a 2 + 2 + 1 = 5, nos da la idea de cambio. Este concepto proyecta una de las ciudades fundadas por Nimrod, que, a diferencia de Babel, podría representar la búsqueda de una evolución y transformación constante.

Acad, אַכַּד (Akkad), א (Alef) = 1, כ (Kaf) = 20, ד (Dalet) = 4, nos da un valor gemátrico de: 1 + 20 + 4 = 25, que al reducirse a 2 + 5 = 7, nos lleva a la idea de perfección espiritual, otorgando a este territorio una gran importancia en la expansión del poder de Nimrod y, por ende, un papel en la unificación de territorios bajo un dominio que, aunque material, debe propender hacia lo espiritual.

Calné, כַלְנֵה (Kalneh), כ (Kaf) = 20, ל (Lamed) = 30, נ (Nun) = 50, ה (He) = 5, con un valor gemátrico de: 20 + 30 + 50 + 5 = 105, que puede reducirse a 1 + 0 + 5 = 6, se asocia con la armonía y el equilibrio en el mundo material. Esto simboliza este lugar como un centro de poder y organización, esencial para mantener el equilibrio y la estabilidad en su dominio.

La cuarta ciudad o reino, que de alguna manera también nos indica lo que pueden ser los cuatro mundos o dimensiones de crecimiento de nuestra alma, es Sinar, שִׁנְעָר (Shin’ar), ש (Shin) = 300, נ (Nun) = 50, ע (Ayin) = 70, ר (Resh) = 200, con un valor gemátrico de: 300 + 50 + 70 + 200 = 620, que puede reducirse a 6 + 2 + 0 = 8. Esto nos da la idea de lo sobrenatural y lo infinito, lo que sugiere que la tierra donde se estableció el reino de Nimrod representaba un espacio de gran poder y potencial, donde lo terrenal se encuentra con lo divino, lo que implica que las acciones y decisiones en esta región tendrían consecuencias duraderas y significativas.

Comprender el establecimiento y la expansión del reino de Nimrod en estos lugares nos proporciona una nueva visión sobre la naturaleza del poder y la influencia tanto de él como de sus sucesores. Estos líderes, al empoderarse en sus funciones, enfrentan desafíos que, en algunos casos, se oponen a las responsabilidades de servicio que deben acompañar cualquier liderazgo, sin importar su magnitud.

Estas ciudades, con sus similitudes en cuanto a sus fundamentos y la visión de expansión y consolidación, representan un desafío espiritual que nos puede llevar a aferrarnos equivocadamente a lo terrenal. Al replantear nuestros propios reinos o escenarios donde ofreceremos nuestros servicios, ya sea a través de nuestras labores o búsquedas, debemos buscar un desarrollo personal integral, alineado con principios sólidos y en armonía con los valores espirituales.

El cambio, que es una constante en nuestras vidas, implica que la consolidación de nuestros propios reinos no solo nos requiere esfuerzo, sino también adaptabilidad. Estos procesos, para los cuales debemos prepararnos, nos permitirán realizar auténticos logros espirituales, ya que nuestro crecimiento debe venir acompañado de la potenciación de nuestros dones en beneficio de la obra del Creador.

La búsqueda de cualquier tipo de poder, especialmente sobre nuestro propio ser y las fuerzas que lo componen, debe llevarnos a un equilibrio que solo se logra si nos mantenemos guiados por la sabiduría divina. Esta sabiduría otorga a la autoridad los fundamentos de la justicia y el bien común, dejando de lado las ambiciones egoístas que nos llevan a creer que nuestro bienestar individual es lo único que importa.

La tierra de Sinar, con su valor gemátrico que simboliza lo infinito, nos sugiere que las acciones de Nimrod y su reino, como legado para nosotros, deben tener un impacto duradero y eterno. Por tanto, es nuestra responsabilidad considerar las consecuencias de nuestras decisiones, ya que estas tendrán repercusiones a largo plazo tanto en nuestras vidas como en las de los demás.

Al reflexionar sobre lo que sucede en nuestras propias ciudades y reinos, incluyendo aquellos que deben leerse desde nuestras percepciones personales, se nos llama a construir experiencias con integridad, adaptabilidad y una conexión permanente con lo divino.

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