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Mi Parashá – Génesis 10:7

Los hijos de Cus (כּוּשׁ – Cush) cumplen un rol preponderante en las narraciones bíblicas, al punto de que dicha dualidad se ve reflejada más adelante en la visita de la Reina de Saba al rey Salomón, donde este, como resultado de esa prueba, pierde el equilibrio necesario que implica esta fuerza que se encuentra cogobernando nuestros seres.

Seba (סְבָא – Seva), con un valor gemátrico de 63 (ס = 60, ב = 2, א = 1), al descomponerse en 6 + 3 = 9, nos llama a la verdad y a la integridad. Aunque este nombre está asociado con riqueza y comercio, desde una perspectiva espiritual simboliza la búsqueda de la verdad y la justicia en medio de esos asuntos materiales.

Havila (חֲוִילָה – Javilah), con un valor gemátrico de 59 (ח = 8, ו = 6, י = 10, ל = 30, ה = 5), al descomponerse en 5 + 9 = 14, y luego 1 + 4 = 5, número relacionado con la transformación y el cambio, nos da la idea, gracias a la región rica en recursos en la que se ubicó, de que nuestra capacidad de adaptarnos tiene que ver con la transformación de esos entornos en pro de nuestra prosperidad espiritual.

Sabta (סַבְתָּה – Savtá), con un valor gemátrico de 463 (ס = 60, ב = 2, ת = 400, ה = 1), al reducirse a 4 + 6 + 3 = 13, y luego 1 + 3 = 4, nos habla de estabilidad, la cual necesita de una estructura, lo que nos llama a establecer comunidades sólidas y organizadas.

Raamá (רַעְמָה – Ra’amá), con un valor gemátrico de 315 (ר = 200, ע = 70, מ = 40, ה = 5), al reducirse a 3 + 1 + 5 = 9, sugiere la verdad y la búsqueda del conocimiento. Aunque esta cultura también es rica en comercio, por su valor gemátrico representa la importancia de la sabiduría y la justicia en esas interacciones comerciales.

Sabteca (סַבְתְּכָא – Savteja), con un valor gemátrico de 493 (ס = 60, ב = 2, ת = 400, כ = 20, א = 1), al reducirse a 4 + 9 + 3 = 16, y luego 1 + 6 = 7, nos llama a la espiritualidad y la perfección, ya que esta estirpe representa el ideal espiritual que guía a las comunidades descendientes de Cus.

Sheba (שְׁבָא – Sheva), con un valor gemátrico de 303 (ש = 300, ב = 2, א = 1), al reducirse a 3 + 0 + 3 = 6, nos llama a la armonía y al equilibrio en el mundo físico, que se logra al comprender desde lo material nuestra trascendencia espiritual.

Es por ello que Dedán (דְּדָן – Dedán), con un valor gemátrico de 58 (ד = 4, ד = 4, נ = 50), al reducirse a 5 + 8 = 13, y luego 1 + 3 = 4, nos habla de estabilidad y estructura, valores que deben aplicarse a nuestras propias vidas en términos de buscar la verdad, establecer comunidades estables y equilibradas, donde, más allá de propender por lo material, entendamos nuestra trascendencia espiritual.

No perdamos de vista que cada signo, cada palabra, nombre o concepto tiene un significado profundo. Este territorio etíope, “כּוּשׁ” (Cush), está relacionado con nuestros desafíos, esos que despiertan nuestras cualidades internas en pro de un equilibrio que permita que las fuerzas que fluyen en nuestro ser sean dirigidas adecuadamente, gracias a reconocer nuestro potencial divino, ese que necesita ser realizado para lograr un crecimiento integral.

Nuestro llamado a equilibrar fuerzas opuestas, en pro de encontrarnos con la unidad, nos recuerda que esa diversidad prepara nuestra creatividad para encontrar ese equilibrio, siendo este territorio y sus descendientes símbolos de ese camino hacia la reconciliación de dualidades.

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