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Mi Parashà – Gènesis 1:4

I.1.4. וַיַּרְא אֱלֹהִים אֶת-הָאוֹר כִּי-טוֹב; וַיַּבְדֵּל אֱלֹהִים בֵּין הָאוֹר וּבֵין הַחֹשֶׁךְ

Vayar Elohim et-ha’or ki-tov vayavdel Elohim bein ha’or uvein hachoshech

“Y vio Dios que la luz era buena; y separó Dios la luz de las tinieblas.”

La luz (אוֹר, “Or”) es símbolo de la revelación divina y del conocimiento espiritual, por lo cual esa luz representa esa bondad inherente en lo creado la misma que manifiesta Su sabiduría, metáfora para nuestro conocimiento que necesita de esa claridad para que nuestro entendimiento salga de la oscuridad, ignorancia y caos que le cogobierna.

Al separar la luz de las tinieblas nos llama a hacer una distinción entre lo espiritual y lo material, lo revelado y lo oculto a buscar sus manifestaciones en busca del orden y equilibrio que necesitan nuestras interacciones e interrelaciones.

La palabra “טוֹב” (tov), bueno, tiene un valor numérico de 17, lo cual nos llama a la plenitud espiritual y a esa armonía que ofrece Su luz, para lo cual debemos buscar integrarnos a Él a través de nuestra propia bondad y la búsqueda de nuestro crecimiento integral.

Buscarle y nutrirnos de Su palabra es iluminar nuestro ser interior para que nuestra alma se reencuentre con esa chispa de la luz divina, y puede atender los retos, pruebas y desafíos cotidianos desde otra mirada, reconociéndose desde la bondad y no desde el egoísmo malvado del mundo.

El bien como elemento esencial nos llama a cultivar desde nuestras intenciones, deseos, pensamientos, emociones, interacciones e interrelaciones ese equilibrio que en este mundo nos permite diferenciar la oscuridad de nuestras vidas de Su luz.

Trabajar a diario para proyectar nuestra capacidad interior de manifestar Su luz nos debe llevar a buscar esa armonía espiritual reconociendo que la verdadera sabiduría proviene de alinearnos con la voluntad y la bondad del Creador.

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