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Mi Kabbala – Av 23 – jueves 29 de agosto del 2024.

¿Propuestas?

El Texto de Textos nos revela en Levítico 26:33, “a vosotros, sin embargo, os esparciré entre las naciones y desenvainaré la espada en pos de vosotros, y vuestra tierra será asolada y vuestras ciudades quedarán en ruinas”.

La Biblia está plagada de promesas y juramentos, shvu’at (שְׁבוּעַת־); sin embargo, nuestras sesgadas traducciones convierten estos en expectativas contradictorias. Por ello, nuestra diáspora o diseminación como pueblo nos muestra los efectos de nuestras desobediencias, esas que, como creyentes, nos explican cómo el mismo pueblo escogido no solo tuvo que vivir la destrucción del primer y segundo Templo de Jerusalén, sino también ser dispersado de Israel, llevándolos por todo el mundo con la promesa de que Sion, como tierra prometida, se les devolvería una vez que retornaran a ser guiados por la Palabra del Creador.

Tierra que se les entregó según esas sagradas escrituras, כתבי הקודש (Kitvei HaKodesh), y la cual algún día disfrutarán. Sin embargo, está claro para ellos, como también para nosotros los creyentes, que son nuestras costumbres paganas las que nos distancian cada vez más de Él, por lo que, en vez de seguir buscando llenarnos de más ídolos, deberíamos aprender de todas esas circunstancias adversas que nos han acontecido por siglos. Atendiendo esos llamados de atención, debemos enfocarnos en obedecer sus preceptos y mandatos, ya que es imposible que Él haga más por nosotros, al humanarse.

Después del retorno de buena parte del pueblo a Israel en 1948, aunque ellos anhelan la reconstrucción del Templo de Jerusalén, בֵּית הַמִּקְדָּשׁ (Beit HaMikdash), y trabajan mundialmente tras esos propósitos a la espera del Mesías, está claro para todos que se necesitan más insumos que nos integren con esos lazos espirituales, alejándonos de los materiales que nos sofocan y que se manifiestan en nuestras costumbres, plagadas de tradiciones milenarias confusas, que heredamos y que se contraponen a esa visión de ser guiados por la Palabra y sus sabios lineamientos en pro de ese retorno a nuestro Edén.

Aliyá (עֲלִיָּה), en hebreo, significa “ascender”, es decir, inmigrar a la tierra de Israel. Pero para nosotros, como cristianos, debe ser una invitación a integrarnos al amor que predicó nuestro Señor Jesucristo para con todos esos próximos y que, a través de nosotros, ese mensaje de misericordia se pueda realmente vivenciar y así ascendamos desde este aquí y ahora a un estado de plenitud que sirve de preámbulo al Reino, en donde todos obedeceremos al Creador dejándonos guiar por Él y su Santo Espíritu.

Israel como tierra prometida y el sionismo forman parte de las promesas del Creador para su pueblo, pero, a la vez, para todos los creyentes está la visión de nuestra Tierra Prometida que no se encuentra en este plano terrenal y que nos muestra que el principal templo a reconstruir es nuestro propio ser, el cual no vivirá en la Jerusalén terrenal, sino en la celestial, esa que debe renacer desde nuestro ser interior para permitir así que nuestra alma se encuentre allí con el Espíritu del Creador, reintegrándonos a esa esencia de la cual nos hemos fragmentado y que clama por nuestro retorno (שׁוּבָה, Shuvah).

El Texto de Textos nos revela en Marcos 7:23, Pero Jesús le dijo: Deja primero que se sacien los hijos, porque no está bien tomar el pan de los hijos y echarlo a los perrillos. 28 Respondió ella y le dijo: Sí, Señor; pero aun los perrillos, debajo de la mesa, comen de las migajas de los hijos. 29 Entonces le dijo: Por esta palabra, ve; el demonio ha salido de tu hija. 30 Y cuando llegó ella a su casa, halló que el demonio había salido, y a la hija acostada en la cama”.

Oremos por el pueblo Judío.

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