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Mi Parashá – Génesis 3:9

Después de la transgresión, el Creador vuelve a comunicarse con Adán, lo que significa que no perdimos nuestra conexión directa entre lo divino y lo humano, gracias a Su misericordia. La palabra וַיִּקְרָא (Vayikra, Llamó), con un valor gemátrico de 317, es clave para entender esto, y por ello se relaciona con el concepto שלג (Sheleg, Nieve), para indicarnos que Él confía en nuestra pureza y sigue brindándonos la claridad de Su Palabra.

Por lo tanto, Su llamado es también un intento de restaurar la pureza original de nuestra relación, lo cual se hace más evidente al considerar las dos expresiones, יְהוָה (Yahvé) 26 y אֱלֹהִים (Elohim) 86, que resaltan esa combinación de misericordia y justicia.

Ante la multiplicidad de fuerzas que actúan en lo Creado, Él es consciente de la necesidad de restaurar el desequilibrio que se generó una vez se contrajo para crearnos, siendo necesario que llevemos a ese espacio universal esa misericordia y justicia, fuerzas fundamentales en el proceso de corrección (Tikun) que sigue a la transgresión.

La pregunta אַיֶּכָּה (Ayeka, ¿Dónde estás?), que usa el Creador, con su valor de 36, relacionado con ל (Lamed), letra que simboliza la enseñanza y la guía, nos ofrece una mayor comprensión, indicando que hay una invitación a la reflexión interna, a encontrar la ubicación espiritual y moral de uno mismo tras la transgresión. Quienes interpretan que el Creador se sorprendió o nos cuestionó, obvian que Él tenía claro lo que nos sucedería y cómo nos restauraría.

Al desglosar el término Adam אָדָם (Adam), con un valor de 45, por sus signos lingüísticos א (Alef), ד (Dalet) y מ (Mem), nos damos cuenta de que estos representan elementos fundamentales de la creación (espíritu, puerta, agua), lo cual prefigura que un segundo Adán se humanaría a nuestra imagen para demostrarnos que Él, como Espíritu, Puerta estrecha y Agua de vida, contiene elementos divinos pero también terrenales, recordándonos cuál es nuestra verdadera naturaleza.

El número 36, asociado con אַיֶּכָּה (Ayeka), también se conecta con el concepto de חַי (Chai, Vida), que tiene un valor de 18. Este doble 18 que suma 36 refuerza la idea de que la pregunta del Creador era una cuestión de vida, invitándonos, como sus hijos, a reencontrar el camino hacia la vida verdadera.

Su voz aún resuena profundamente en nuestras experiencias mundanas, y su llamado divino nos impulsa a escucharle a través de nuestras oraciones, gracias a la guía del Espíritu Santo, para que entendamos dónde estamos y retornemos a nuestro estado espiritual a través de la relación con lo divino.

Ese llamado es una oportunidad para la reconexión con lo divino, quien, gracias a su misericordia y justicia, nos ofrece la redención, sin importar cuán lejos hayamos caído. Para ello, necesitamos encontrar el camino hacia la corrección (Tikun) que, como verdad y vida, representa nuestro Señor Jesucristo.

La fe es clave en nuestro proceso de introspección y corrección, para comprender ese llamado divino como una oportunidad para reorientar nuestras vidas, redescubrir nuestra verdadera naturaleza y restablecer nuestra conexión con la fuente divina. Al escuchar ese llamado en nuestra propia vida, debemos responder a la invitación divina de regresar a un camino de rectitud y comunión con el Creador.

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