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Mi Parashá – Génesis 4:1

El acto de “conocer” (yada) nos habla de una conexión íntima y espiritual entre dos seres, por lo que el primer acto de procreación en la humanidad, entre Adán y Eva, tras haber sido expulsados del Jardín del Edén, representa el comienzo del cumplimiento del mandato divino de “fructificar y multiplicarse”.

El nacimiento de Caín es significativo, ya que él es el primer ser humano nacido en el mundo físico, fuera del paraíso, lo cual da razón para que, por su nombre “קַיִן” (Caín), se asocie a conceptos de adquisición, posesión y poder, derivados de la raíz kaná (comprar o adquirir), reflejando desde allí un cambio en la condición humana, donde ahora el esfuerzo y la adquisición se convierten en aspectos centrales de la vida fuera del Edén.

La gematría del nombre “קַיִן” (Káyin, Caín) es 160 (Kuf = 100, Yod = 10, Nun = 50). Estos signos lingüísticos están relacionados con la energía y el potencial de Caín, así como con los desafíos que su vida simbolizaba en el camino de la humanidad, sugiriendo esa tensión entre la materialidad y la espiritualidad, una lucha que Caín experimentó en su vida.

El término “קָנִיתִי” (kaníti, “he adquirido”) tiene un valor numérico de 170 (Kuf = 100, Nun = 50, Yod = 10, Tav = 400), reforzando la idea de posesión y adquisición, pero también el sentido de responsabilidad o carga, por lo cual la adquisición en la vida terrenal a menudo viene acompañada de desafíos y obligaciones.

Nuestra naturaleza nos llama a identificarnos con lo exterior, lo que nombramos, por lo cual buscamos adquisiciones y logros en nuestras vidas, a través del esfuerzo y el trabajo que comienzan a ser necesarios para la supervivencia y el éxito. Sin embargo, esas luchas inherentes a la vida material no son nuestros verdaderos propósitos.

Y mientras cada adquisición o logro viene atado a una responsabilidad, podemos perdernos en la búsqueda de equilibrar nuestras aspiraciones materiales con un sentido de propósito y conexión espiritual. Es entonces necesaria la ayuda del Señor, mencionada por Eva, la cual subraya la importancia de reconocer la mano divina en nuestras vidas, incluso en nuestros logros y posesiones terrenales.

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