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Mi Parashá – Génesis 5:6

Curiosamente, “שֵׁת” (Shet) trae a su vida un hijo mucho tiempo después de existir, lo cual nos dice no solo que a través de ese hijo se continuó con esa línea espiritual de Adán, que también lleva implícita la tragedia de Caín y Abel, sino que además nuestros años de vida están relacionados con el cumplimiento de nuestra misión espiritual. Por ende, el abandonar este plano más temprano o tarde está ligado a nuestra preparación y maduración espiritual, la misma que se refleja en la forma en que hemos logrado transmitir los mensajes de vida a la siguiente generación.

Adicionalmente, la vida de Set nos enseña que también debemos estar preparados para asumir nuestro rol de padre, entendiendo este como nuestra mayor responsabilidad, la cual implica no solo la continuidad de nuestra especie, sino la entrega como ejemplos de vida de todas unas tradiciones y hábitos espirituales que hagan que esos hijos mantengan el rumbo correcto.

El nombre “אֱנוֹשׁ” (Enosh) también nos habla de la humanidad en general, aunque también hace referencia a la fragilidad y la mortalidad que todos padeceremos. Nos dice que, aunque nuestra vida terrenal es frágil, en ella encontramos la oportunidad de confiar más y, gracias a esa fe, mantenernos realizando actos significativos que transmitan esos valores.

Si “שֵׁת” (Shet) tiene un valor de 700, que significa plenitud y culminación, “אֱנוֹשׁ” (Enosh), con un valor de 357 (א=1, נ=50, ו=6, ש=300), nos da la idea de la combinación de fuerzas espirituales (300) y físicas o terrenales (50 + 6 + 1), para recordarnos que en la dualidad de la existencia humana, una mezcla de lo divino y lo terrenal, se encuentran todos los insumos necesarios para un correcto crecimiento integral.

Esto significa que el número 105, los años de Set, contiene un ciclo completo representado por el 100, mientras que el 5 nos proyecta esa gracia y misericordia divina, siendo la letra hebrea ה “Hey” la que nos da esas señales divinas para que con esas chispas nuestro entendimiento reciba ese toque de su gracia antes de la siguiente etapa. Así, la procreación es vital para cumplir con la misión de la continuación de la línea familiar.

Debemos entonces prepararnos para todo lo que la vida nos ofrece a través de su escuela de aprendizajes, la cual nos lleva a asumir responsabilidades con la confianza plena de que Él nos guía. Por ello, el mismo hecho de traer una nueva vida al mundo para continuar la tradición espiritual, como misión, implica nuestra maduración para que, fruto de la sabiduría, podamos guiar a las siguientes generaciones.

La vida humana, aunque frágil y llena de desafíos, nos ofrece, gracias a esas oportunidades, todas las manifestaciones de un Creador que nos guía y prepara para ser conscientes de estas y de los efectos de nuestras decisiones. Ojalá que la transmisión de nuestros valores sea duradera y significativa, generando el crecimiento espiritual y el bienestar de la humanidad.

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