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Mi Kabbala – Kislev 15, 5785 – Domingo 15 de diciembre del 2024.

¿Subjetividad?

El Texto de Textos nos revela en Jeremías 23:10, “Porque la tierra está llena de adúlteros; porque a causa de la maldición se ha enlutado la tierra, se han secado los pastos del desierto. Pues es mala la carrera de ellos y su poderío no es recto”.

Tenemos una inclinación al pecado, ,יֵצֶר הַרַע yēṣer hará, al no cogobernar nuestra voluntad con la suya, alineándonos a una dimensión simbólica en donde nuestros juicios de valores son sesgados y reprogramados por esas milenarias costumbres egoístas que reproducen unos imaginarios comunes engañosos gracias a un lenguaje que nos identifica con esa supuesta realidad con la que intentamos explicar subjetivamente nuestras vivencias dentro de un mundo que termina siendo una proyección de las verdadera realidad espiritual, esa que nos confunde al estar apegados a lo que percibimos como exterior.

Como un pez, דָּאג, nos cuesta reconocer que compartimos un mismo entorno, en nuestro caso el aire, del cual nos alimentamos y al que además poco valoramos, todo porque en nuestras interacciones inconscientes, nos ocupamos más de dichas ilusiones e imaginarios que a través de nuestras relaciones nos generan unos efectos de vida que vale la pena revisar para evitar que ese modelo de pensamiento y comunicación agreste siga reproduciendo esas expresiones despectivas, descalificadoras y hasta degradantes.

Cada signo y símbolo que con sus chispas de luz visionamos como códigos comunicacionales, contiene las señales para integrarnos a Él, sin embargo para ello debemos alejarnos de todos esos pre conceptos reprogramados equivocadamente desde dichas subjetividades que solo nos confunden, esclavizándonos, עֶבֶד, eved, a una serie de anhelos y deseos incoherentes, cuando estamos llamados por fe a redimirnos y por ende a retroalimentarnos con el misterio de la resurrección de nuestro Señor Jesucristo, uniéndonos como cielo y tierra para coexistir por fin como sus hijos.

Quienes estudian la gematria nos hablan que el número siete tiene relación con nuestra alma, nefesh נֶפֶשׁ, la cual depende de ese aliento divino de vida que alimenta nuestro ser a través de ese oxigeno que contiene y nos transmite esa divinidad, sin embargo, al perder nuestro objetivo trascendente obviamos incluso ese mensaje de amor y nos alejamos de todo aquello que siendo importante para nuestra propia existencia, obviamos, inundando nuestras mentes de visiones que nos provocan intenciones y deseos de los cuales parecemos incapaces de medir los complejos efectos de estos.

Habacuc, חֲבַקּוּק, nos invita a hacernos más conscientes de los imaginarios y del lenguaje que nos contamina y nos invita a recrearnos en un nuevo modelo de pensamiento que nos proyecte ese otra dimensión, gracias a que nos nutrimos de la Palabra del Creador, reproduciendo así otro tipo de expresiones en las cuales fluyamos amorosamente, entendiendo que aunque como peces no reconocemos esa agua de vida que nos circunda, todo lo exterior nos reorienta, para que nuestra movilidad nos lleve por el camino correcto una vez aceptemos que fuimos creados por Él como sus hijos y que ello quiere decir que debemos ser guiados por su palabra, por su luz, por su amor, reconociendo que fuimos hechos a su imagen y semejanza lo que implica el ser útiles a Su obra.

El Texto de Textos nos revela en I de Juan 3:18, “queridos hijos, no amemos de palabra ni de labios para afuera, sino con hechos y de verdad”.

Oremos para que nuestras palabras sean dignas de ser recordadas en el cielo.

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