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Mi Parashá – Génesis 6:16

El concepto de “tzohar” (צֹהַר), que se traduce como “ventana” o “claraboya”, deberíamos entenderlo hoy en día como esa fuente de luz espiritual que necesitamos y que debe penetrar nuestra arca, que puede ser entendida como nuestra mente, vasija o corazón. Este haz de luz representa la conexión entre lo divino y lo terrenal.

Es por ello que esa ventana no solo proporciona luz física, sino también claridad espiritual, permitiendo que la guía divina ilumine el camino. La ubicación de la puerta en el costado del arca puede simbolizar el acceso a dimensiones espirituales y a diferentes niveles de conciencia, mientras que los tres pisos representan los distintos niveles de la realidad: el mundo físico, el mundo emocional y el mundo espiritual.

La palabra “tzohar” (צֹהַר) tiene un valor numérico de 295, lo que nos da la idea de revelación, de manifestación de esa luz divina en el mundo.

Este contexto se complementa con la palabra “Amá” (אַמָּה), que se refiere a la medida de un codo, y que tiene un valor numérico de 41, sugiriendo estabilidad y estructura. La construcción de los tres pisos, que además de simbolizar un proceso ascendente, nos habla de la trinidad y nos reitera que estamos en el nivel más bajo, pero que debemos trascender a un nivel más elevado.

El número tres, por ello, representa equilibrio y armonía, lo que para nosotros los creyentes también evoca la Trinidad: el Padre, el Hijo nuestro Señor Jesucristo y el Espíritu Santo, como una sola unidad en la que podemos acercarnos de alguna forma a Su luz. Esa misma luz debe guiarnos a través del Espíritu Santo en nuestro día a día, llenándonos de fe para superar lo terrenal y trascender a lo divino, y nos da la esperanza de redención, donde retornaremos al lado de nuestro Creador.

Esta Trinidad ilumina nuestros caminos y decisiones, invitándonos a reconstruir nuestra arca acorde a sus medidas, dejando que esa ventana en la parte superior de la misma se mantenga siempre como un canal de comunicación permanente con Él. Se trata de buscar claridad y guía en nuestras acciones para que nuestra estabilidad física, apegada al primer piso de la tierra, nos permita conectar esa luz con la dimensión mental, que como segundo piso nos debe permitir acceder al tercer piso de nuestra alma y así equilibrar todos esos diversos aspectos de nuestras vivencias físicas, emocionales, morales y espirituales.

Somos una estructura que tiene como fundamento Su palabra, lo que quiere decir que debemos construir, gracias a esos principios, una vida sólida y equilibrada, donde además asumamos que cada nivel de nuestra existencia esté en sintonía entre todos sus niveles y dimensiones, pero además con todas las demás partes de este todo, permitiéndonos así avanzar en nuestro crecimiento espiritual integral y general.

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