
Mi Parashá – Génesis 8:12
No fue una, no dos, sino tres veces las que Noé envió a la paloma, pero lo curioso es que el ave no regresó, lo que indica, de alguna forma, que ella encontró un lugar adecuado para quedarse, y por ende, ello le daba la señal a este ancestro de que la tierra estaba lista para ser habitada nuevamente.
Conceptos como “שִׁבְעַת” (Shiv’at – “siete”) con un valor numérico de 772, “הַיּוֹנָה” (Hayonah – “la paloma”) con un valor de 71, y “לֹא־יָסְפָה” (Lo-yasfah – “no volvió”) con un valor de 188, se suman para darnos la idea de que debemos buscar Su perfección espiritual y su completitud, un proceso de vida que, con sus ciclos, nos recuerda que Él se encuentra en el “séptimo día” de la eternidad, esperándonos, tiempo final que, como en el caso de Noé, será el adecuado para que la paloma del Espíritu Santo no retorne y se quede en su lugar.
El hecho de que la paloma no regrese es un símbolo poderoso de un nuevo comienzo, por lo que en nuestras vidas ello debería interpretarse como una señal de que la transición ha sido completada y que el mundo está listo para comenzar de nuevo después del diluvio, ya que dicha ave, que ya no vuelve, simboliza que la búsqueda ha llegado a su fin y que el tiempo de espera y preparación ha culminado.
Los conceptos “שִׁבְעַת” (Shiv’at) y “לֹא־יָסְפָה” (Lo-yasfah) nos recuerdan que este es un momento de cierre y culminación, ciclo de siete días que ha sido completado, y la ausencia del retorno de la paloma indica que la tierra ha sido renovada y que es segura para la vida. Por ende, ello nos invita a reflexionar sobre los momentos en que debemos dejar ir y aceptar que un ciclo ha terminado.
Es una lección sobre la importancia de reconocer cuándo es el momento adecuado para avanzar y dejar atrás lo que ya no necesitamos. El acto de dejar ir, simbolizado por la paloma que no regresa, es fundamental para nuestro crecimiento espiritual y personal, llamándonos a confiar en el proceso divino.
A veces, debemos tener la fe para enviar “la paloma” y confiar en que, si no regresa, es porque el tiempo de espera ha terminado y es momento de empezar un nuevo capítulo en nuestras vidas. La ausencia de la paloma es una afirmación de que lo que ha comenzado en nosotros, ya sea un proceso de curación, un proyecto o un nuevo camino, está listo para florecer sin necesidad de seguir esperando.
Esta perspectiva nos recuerda que son los tiempos del Creador, no los nuestros, lo que significa que, si seguimos dejándonos guiar por su Santo Espíritu, este nos llevará no tanto a donde deseamos según nuestras expectativas, sino al gran final para el cual estamos predestinados al lado de nuestro Salvador.