Mi Kabbala – Av 15 – martes 20 de agosto del 2024.
¿Amamos?
El Texto de Textos nos revela en Joel 2:13, “rásguense el corazón y no las vestiduras. Vuélvanse al Señor su Creador, porque él es bondadoso y compasivo, lento para la ira y lleno de amor”.
En la Biblia, el amor, Ahavá (אהבה), es un acto de dar que, a diferencia del eros griego, nos llama a la pasión, lo que no descalifica ese vínculo perfecto que nos llena de ágape, de un sentimiento filial que nos integra al fluir divino, en un mundo donde obviamos hasta el amor propio, ese que se simboliza en amar todo lo que somos, decimos, hacemos, pero, sobre todo, a las personas con las cuales convivimos. Un amor que no entiende el egoísmo, haciéndonos próximos de esos otros, gracias a que asumimos que, por medio de este amor, nos sentimos parte y no aparte; compartimos, en vez de competir.
El amor puro y celestial que promovió nuestro Señor Jesucristo busca que nos acerquemos a nuestros prójimos a través de cada interacción, donde debe fluir, por lógica, la armonía, הרמוניה (harmonía), en relaciones que, a su vez, deben articularse al amor más grande que debemos enarbolar, el de nuestro Padre Celestial, quien nos lo ha dado todo y solo espera de nosotros dicho amor. Aunque se puede entender desde nuestra mirada de sentimientos y toca nuestras emociones, no puede seguir difuminándose entre nuestras necesidades y satisfactores, distrayéndonos de esa fuerza motriz que nos permite crecer, alejándonos de esa visión interesada y hasta dependiente que, al estar confundidos sobre lo que no es el amor, nos lleva a apegarnos y querer adueñarnos de todo.
Comprender el amor como lo que es nos posibilita asumir la vida desde otra perspectiva, ya que nos incita a alcanzar esa empatía con todos los demás, la cual ya no depende tanto de esos sentimientos que fluctúan regularmente en nuestras relaciones y que, cuando se perciben como adversos, nos distancian; sino que nos llena de nuevos afectos, es decir, logramos aproximarnos tanto a los otros como a nosotros mismos y al Creador, gracias a una nueva realidad sin egoísmos, אַנִיּוּת (aniyut).
El afecto, en ciertos casos, nos lleva a la intimidad con ese otro ser, לְהִתְקָרֵב (lehitkarev), donde, desafortunadamente, en algunos momentos, la pasión nos enceguece y nos hace obviar, producto de emociones encontradas, todo lo que veníamos percibiendo realmente de esa otra persona. El enamoramiento no es más que un estado de ilusión inconsciente que se puede convertir en obsesión, pero que puede llevarnos a un amor que se transforma y purifica a medida que nos dejamos guiar por ese fluir divino, el cual nos ayuda a distanciarnos de todos esos sentimientos nocivos.
La celebración de Tu B’Av (ט״ו באב), más que una fiesta alegre en los días del Templo en Jerusalén, que marcaba el comienzo de la cosecha de la uva, mientras que el Yom Kipur lo hace como final, es mucho más que una motivación para que las novias o mujeres solteras usen un ropaje blanco como fiesta que invita al amor. Esto se traduce en mover nuestra voluntad para generar un compromiso entre todos nosotros como seres vivos, uno que implica que, como prójimos, coloquemos de nuestra parte para corregir aquello que no solo nos está distanciando, sino molestando, en pro de un bienestar general.
El Texto de Textos nos revela en I de Juan 4:20, “si alguien afirma: Yo amo al Creador, pero odia a su hermano, es un mentiroso; pues el que no ama a su hermano, a quien ha visto, no puede amar al Creador, a quien no ha visto”.
Oremos para que el Creador nos guie para vincularnos cada vez más a Él.