Back

Mi Kabbala – Jeshván 12, 5785 – Miércoles 13 de noviembre del 2024

¿Hermanos? 

El Texto de Textos nos revela en Génesis 16:11, “Además le dijo el ángel del Creador: he aquí que has concebido, y darás a luz un hijo, y llamarás su nombre Ismael, porque el Creador ha oído tu aflicción. 12 Y él será hombre fiero; su mano será contra todos, y la mano de todos contra él, y delante de todos sus hermanos habitará”.

La expresión “hermano”, aj, אח, desde Caín y Abel, nos habla de sabernos parte de un todo; sin embargo, al matar a Abel, la muerte entró por nuestras manos, y su injustificada presencia pasó a ser parte de nuestras realidades, llamándonos la atención, entre otras cosas, a dejar de ignorar los efectos de nuestras intenciones. Aquellas intenciones que, al no alinearse con la voluntad divina, nos mantienen como descendientes de Caín, alejados del Creador, arrepintiéndonos y llorando por nuestras desgracias, fruto de nuestras desobediencias, mientras irradiamos una serie de resentimientos.

Las historias bíblicas, con sus parábolas, nos alertan sobre decisiones que, desde Adam, אדמה (Adán), nos incitan a la obediencia y a reintegrarnos a Él, sabiendo que somos un núcleo familiar. Sin embargo, nuestras confusiones, con sus expresiones alucinantes y cargadas de adversidades, tienen mayor influencia y nos aíslan como coherederos; seres llamados a amarnos, que se reconocen como parte de un todo, pero que han dejado de percibirse como fragmentos que se complementan. Para ello es necesario que tomemos conciencia de la necesidad de vernos por fe como hijos de la promesa.

Nuestros padres consanguíneos, דַּם, dam, primigenios, nos dejaron ese fundamento en nuestro ADN. Y aunque el pecado mora en nuestros cuerpos, esclavizándonos a la oscuridad de nuestras ilusiones, ni el asesinato ni la muerte son nuestro destino. Por el contrario, Él mismo, al humanarse, nos trazó ese camino de retorno. Aunque a menudo preferimos multiplicar dolores y prolongar sufrimientos, con el transcurrir de nuestras vidas vamos viéndonos como hermanos que retornarán a la vida, al Edén, aliviándonos de esas angustias que nos mantenían separados de nuestro Padre Celestial.

Desde Ismael, ישמעאל, e Isaac, יצחק, hemos reproducido esas divisiones a través de razas, fronteras y creencias, que incluso nos han llevado a suponer que coexistimos en dimensiones espirituales opuestas, percibiéndonos como enemigos. Quizá por ello hay quienes hablan de cuatro tipos diferentes de luz, intentando hacer una analogía con las cuatro estaciones o fases lunares, sin comprender que todos esos ciclos naturales claman porque dejemos nuestras indiferencias, aportándonos y complementándonos, en lugar de perpetuar los conflictos.

Los creyentes debemos entender, al releer los textos bíblicos, que en la segunda venida de nuestro hermano mayor, nuestro Señor Jesucristo, ya no llegará montado en un pollino, como símbolo de dominio sobre todo pueblo y especie, especialmente sobre los hijos de Ismael, sino como el único Rey. Sin embargo, algunos tampoco lo aceptarán como deidad, fruto de su desconocimiento e ignorancia, viendo solo reflejos de sus propias oscuridades mentales, en las que solo pueden percibirlo como distante y extraño, מְשֻׁנֶּה, meshune. 

El Texto de Textos nos revela en Mateo 21:1, “cuando se acercaron a Jerusalén, y vinieron a Betfagé, al monte de los Olivos, Jesús envió dos discípulos, diciéndoles: Id a la aldea que está enfrente de vosotros, y luego hallaréis una asna atada, y un pollino con ella; desatadla, y traédmelos. Y si alguien os dijere algo, decid: El Señor los necesita; y luego los enviará”.

Oremos para que en vez de restarnos o dividirnos prefiramos sumarnos o multiplicarnos.

Leave A Reply

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *