
Mi Kabbala – Jeshván 21, 5785 – Viernes 22 de noviembre del 2024.
¿Elegidos?
El Texto de Textos nos revela en Deuteronomio 7:14, “bendito serás más que todos los pueblos; no habrá en ti varón ni hembra estéril, ni en tus ganados. 15 Y quitará el Creador de ti toda enfermedad; y todas las malas plagas de Egipto, que tú conoces, no las pondrá sobre ti, antes las pondrá sobre todos los que te aborrecieren. 16 Y consumirás a todos los pueblos que te da Jehová tu Creador; no los perdonará tu ojo, ni servirás a sus dioses, porque te será tropiezo”.
Nuestras intenciones, kavaná (כוונה), nos hablan de una dimensión mental plagada de deseos que se manifiestan como chispas de luz e ideas, producto de nuestro lenguaje, consolidando una realidad que nos envuelve con anhelos y expectativas. Estas coaccionan nuestras decisiones, lo que nos lleva a replantearlas para elegir ser guiados por nuestro Padre Celestial a través de Su palabra, como el pueblo elegido que somos, hermanos de quienes son nacidos de la estirpe judía e hijos del Creador, quien desea rescatarnos de esta dimensión esclavizante.
Esta elección implica asumir con fidelidad sus mandatos, superando aquella negligencia milenaria que le llevó a encarnarse en nuestro Señor Jesucristo para rescatarnos, acto que algunos creyentes, incluso hoy, aún no comprenden. Inconscientemente, encuentran difícil entender cómo nuestro Creador se dejó clavar en una cruz y el significado histórico de este acto, cuyo propósito es que todos escuchemos su llamado gracias a la guía del Espíritu Santo, quien mantiene ese haz de luz en este abismo, t’hóm (תהום), que, como lugar profundo, nos esclaviza desde Adán.
Como descendientes de Noé; de Sem, Shem (שֵׁם); de Cam, Jam (חָם); y de Jafet, Yáfet (יֶפֶת), debemos tomar decisiones distintas a aquellas que nos atan a visiones engañosas. Debemos acoger su amorosa invitación, que clama como el mismo universo para que le atendamos y abandonemos ese modelo de pensamiento egoísta que solo genera caos y conflicto. Ese mismo pensamiento nos envuelve y parece impedir nuestra transformación, la cual, para los creyentes, implica aceptar a Dios como redentor y resignificar nuestra visión de vida, reconociéndonos voluntariamente como hijos obedientes y útiles a Su obra.
Como elegidos por el Creador, debemos acoger su salvación mediante la fe, dando lo mejor de nosotros mismos en roles complementarios dentro de ese propósito que significa nuestra predestinación para sumarnos a Su voluntad. Sin embargo, cada uno de nosotros decide si le acepta o no. Aquellos que consideran que todo es cuestión de suerte, mazel tov (מזל טוב), tal vez ignoren ese plan celestial cuyo propósito es darnos, en este proceso terrenal y temporal, la oportunidad de conocernos y reconocernos en Él, lo cual requiere que nuestras expresiones cotidianas sean guiadas por Su palabra.
Es imposible agradar al Creador, por perfectas que consideremos nuestras obras, si no tenemos la fe necesaria para aceptar su voz y llamado. Él nos reitera que, sin Él, no podemos salir de la esclavitud del pecado y de la muerte, mavet (מָ֫וֶת), pues ese libre albedrío que se nos otorgó requiere de la guía de Su voluntad, la cual se circunscribe en Su palabra, que debe orientar y motivar nuestra realidad esa que necesita que replanteemos ese modelo de vida que hoy nos alucina y aísla.
El Texto de Textos nos revela en I de Juan 1:9, “si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad. 10 Si decimos que no hemos pecado, le hacemos a él mentiroso, y su palabra no está en nosotros”.
Oremos para saber que el Creador eligió escogernos también.