Mi Kabbala – Jeshván 7, 5785 – Jueves 7 de noviembre
¿Conocimientos?
El Texto de Textos nos revela en Job 42:2, “¿Quién es el que oscurece el consejo sin entendimiento? Por tanto, yo hablaba lo que no entendía; Cosas demasiado maravillosas para mí, que yo no comprendía”.
Nuestros conocimientos, dáat, דַּעַת, dependen de la sabiduría divina, Jojmá, חָכְמָה, que forja nuestra inteligencia una vez nuestro entendimiento se ilumina con las chispas de luz de Su palabra. Esta información, interpretada sesgadamente mediante nuestras limitadas traducciones, nos aleja de esa sapiencia, distrayéndonos con lenguajes confusos que especulan sobre las manifestaciones divinas. Representadas en las diez Sefirot, estas parábolas nos llaman realmente a integrarnos a Él a través de Su obra: amándonos, vinculo que debe guiar todos nuestros desconocimientos y desinformaciones.
La iluminación, malentendida, ciega nuestra visión y distorsiona las señales divinas, necesitando de Su palabra, sabiduría o jojmá, proyectada en la raíz semítica Ḥ-K-M, que muestra cómo nuestra razón necesita de Sus preceptos como virtudes para orientar nuestras vivencias. Así, estas pueden ser guiadas por el Espíritu Santo, quien otorga a nuestros desconocimientos nuevos significados, ayudándonos a ser útiles en la obra creadora y a hacer lo correcto, נכון, najón, lo que está acorde con Su voluntad, lo que es bueno y necesario para nuestro crecimiento.
Esas intenciones convertidas en deseos, que determinan nuestras decisiones, requieren que asumamos el proceso diario de aprender a discernir entre el bien y el mal, actuando con responsabilidad y midiendo los efectos de nuestras acciones. Para ello contamos con dones, biná, תְבוּנָה, expresión que proviene de la raíz B.I.N., y que nos habla de evaluar, reflexionar y distinguir; por lo tanto, de elegir lo correcto, buscando siempre el bienestar general y evitando perjudicar a los demás. Así, estamos empleando sabiamente esa capacidad que nuestro amoroso Padre Celestial nos otorgó para que disfrutáramos de lo creado.
Sin embargo, solemos disgustarnos. Quizás por ello, seres como Bezalel, “protegido del Creador”, nos enseñan, como constructor del tabernáculo para Moisés, que toda labor es trascendental, aunque nos parezca pequeña. Su nombre procede de la palabra Beth, בית אל, casa del Creador, como una forma de mostrarnos que, al no ser útiles en Su obra con nuestros dones, permanecemos irresponsablemente alejados de Él, expulsados. Es necesario aportar lo bueno que se nos ha dado de acuerdo con esos propósitos divinos que dan sentido a nuestra coexistencia y, al mismo tiempo, nos permiten comprender mejor los efectos de nuestro libertinaje y cómo este interrumpe el fluir de la voluntad divina.
Todo lo que existe depende de Él y, por ende, está dentro de Su plan; es decir, todo tiene un para qué. Esto significa que todas las cosas son buenas, aunque no siempre percibamos su propósito en un mundo plagado de desconocimiento. Esos desconocimientos nos impiden ver que todo está vinculado estrechamente con Su fluir, el cual interrumpimos al seguir siendo esclavos del pecado. La desobediencia nos hace vivir en medio del desorden de nuestra ignorancia, reproduciendo un caos que solo reina en nuestras mentes y que nos exige un proceso de aprendizaje terrenal y temporal, Lelamed, ללמד.
El Texto de Textos nos revela en Filipenses 2:13, “porque el Creador es el que en vosotros produce así el querer como el hacer, por su buena voluntad”.
Oremos para cuestionarnos menos y agradecer más.