Mi Kabbala – Tamuz 27 – viernes 2 de agosto del 2024.
¿Complementándonos?
El Texto de Textos nos revela en Eclesiastés 4:9, “mejores son dos que uno; porque tienen mejor paga de su trabajo. 10 Porque si cayeren, el uno levantará a su compañero; pero !!ay del solo! que cuando cayere, no habrá segundo que lo levante. 11 También si dos durmieren juntos, se calentarán mutuamente; mas ¿cómo se calentará uno solo? 12 Y si alguno prevaleciere contra uno, dos le resistirán; y cordón de tres dobleces no se rompe pronto”.
Los temas de ideologías nos están llevando a mayores confusiones de las que podríamos imaginar, tanto que tendemos a descalificar algunas creencias y costumbres afirmando, por ejemplo, que estas son machistas y hasta retrógradas, simplemente porque las interpretamos desde nuestras ilógicas maneras de conceptualizar los verdaderos propósitos del Creador, los cuales no tienen nada que ver con asumir la sexualidad desde posturas extremas o vergonzosas, אִישׁ (ish), sino como algo supremamente sagrado que implica integrarnos incluso a la misma Creación, y no el seguir desobedeciendo.
Hay culturas para las cuales es obligatorio casarse y además es un deber satisfacer las necesidades sexuales entre los cónyuges. Para ello, la palabra hebrea Kidushín (קִידּוּשִׁין), matrimonio, que procede del verbo Kadesh (קָדֵשׁ), santificar o consagrar, se convierte en una invitación para comprender que dicha pareja, al unirse, no solo debe consagrarse a esa relación sino, sobre todo, al Creador en la búsqueda de que esa familia procree unos frutos que deben ser formados bajo la guía de nuestro Padre Celestial.
Esa es la verdadera razón de ser de nuestra relación marital: dar, amar, Ahavah (אַהֲבָה), la cual debe estar arraigada en el Creador para poder superar esas profundas diferencias que existen no solo de género sino en nuestras costumbres y hábitos, que hacen que estas vayan más allá de lo biológico, intelectual, emocional, social o hasta de nuestra propia psicología. Con esa nueva luz, nos permita complementarnos a través de un Espíritu único que hace que esa relación de pareja se convierta además en una oportunidad de crecimiento mutuo, que solo se logra con la guía del Creador y de su Santo Espíritu.
Entender, Biná (בִּינָה), nuestros seres no es algo sencillo, ya que la fuente de nuestra identidad, que es nuestra alma en esencia, es totalmente distinta a todo lo que percibimos, obviando así que los hombres procedemos de un origen que tiene que ver con el mundo de la trascendencia divina, que es la cualidad de ser, mientras que las mujeres se originaron en el mundo de la inmanencia divina, que es la calidad de estar presente, aspectos que se reflejan igualmente en la dimensión de nuestra realidad humana.
Débora (דְּבוֹרָה) nos llama a integrarnos gracias a una relación de pareja en donde cada parte da lo mejor de sí en pro de dicho proceso de complementación, que desde la dimensión espiritual no hace referencia a varón o hembra, sino a la unidad de dos seres que, separados por el pecado, deben aportarse, logrando que los hombres otorguen dirección a la relación y que las mujeres traigan presencia a dicho matrimonio, dejando de percibirse como seres aparte, ya que todas nuestras diferencias nos denotan que no estamos para distanciarnos.
El Texto de Textos nos revela en II de Corintios 6:14, “no os unáis en yugo desigual con los incrédulos; porque ¿qué compañerismo tiene la justicia con la injusticia? ¿Y qué comunión la luz con las tinieblas?”
Oremos para que en vez de vernos como opuestos nos sintamos complementarios.