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Mi Kabbala – Tevet 2, 5785 – Miércoles 2 de enero del 2024.

¿Luces?

El Texto de Textos nos revela en II de Samuel 21:17, “Entonces los hombres de David le juraron, diciendo: Nunca más de aquí en adelante saldrás con nosotros a la batalla, no sea que apagues la lámpara de Israel”.

Fiestas, ,חַג Jag, como Janucá o la Navidad nos permiten entender que esa Luz que ilumina nuestras vidas y todo lo creado es Él, de allí que esa esperanza nos obliga a reedificar a diario nuestro templo interior: a amar, a mantener encendido cual lámpara nuestro ser con su aceite de la fe el cual le da sentido a lo vivido, llevándonos en el plano físico a comprender de mejor forma que nuestra menorá corporal, como aquel candelabro de ocho brazos encendidos, necesita de Él desde el amanecer y durante el resto del día para que no se apague esa Luz, ni el día final de nuestros atardeceres terrenales.

Dicha llama, Ner, נר, o lámpara corporal, enciende nuestro entendimiento siempre y cuando nos mantengamos conectándonos a su Haz de Luz para que así Él siga guiando cada una de nuestras vivencias o de lo contrario, terminaríamos sumidos en el mundo de las tinieblas, el cual nos conduce a una muerte eterna, que nos acecha al no lograr integrarnos plena y voluntariamente a esa fuente primaria de energía que nos da a través del Espíritu Santo, de allí la importancia de mantenernos aferrados por fe retroalimentándonos a cada instante de Él gracias a Su Palabra.  

Cuando nuestro Señor Jesucristo hizo referencia a que Él es la luz (אוֹר, or) del mundo, su búsqueda es la de reiterarnos que estamos en un mundo de tinieblas en donde solo Él puede brindarnos la posibilidad de no perdernos, salvación, que implica entre otras cosas el alinearnos con su fluir amoroso, teniendo la posibilidad de integrarnos a Él a través de esta Su obra, para lo cual solo necesitamos enfocar nuestra voluntad en ser útiles a Sus propósitos, lo que se traduce en que a través de nosotros, se irradiara esa Luz para que otros seres enciendan sus lámparas internas.

Profetas como Elías nos recuerdan que más que esperar como él ascender al cielo en un torbellino, el día a día nos llama a que dependemos plenamente de Él y a que prediquemos con nuestro ejemplo de Su amor, tal como lo hizo Juan el Bautista, último de estos seres justos quien nos dejó ese mismo recordatorio, el cual estaba inscrito en sus propios nombres, cuya etimología nos permite entender con más claridad que  Elías, Eliyaju, אֵלִיָּהוּ se compone de dos conceptos divinos: El (Dios) y yah, una forma abreviada de Yahvé, expresándonos que: mi Dios es el Señor, mientras que Juan, יוֹחָנָן, Yojanan: Yo Señor y janan, clemente, nos dice que el Señor es clemente.

Profetas, נָבִיא, que nos reiteran desde sus diferentes momentos que estamos llamados a integrarnos a la Luz del Creador y por ende a ser espejos de ella a través de nuestra Fe, logrando que como le explico el ángel al Padre del mismo Juan, antes de su nacimiento, que muchos logren volver al Señor clemente y misericordioso, lo cual se traduce en que nuestra alma debe ser guiada por el Espíritu del Creador como le sucedió al mismo profeta Elías para que gracias a esa visión cumplamos con ese propósito final de ser Luz para el mundo cumpliendo así con sus planes.

El Texto de Textos nos revela en Mateo 5:14, “Ustedes son la luz del mundo. Una ciudad en lo alto de una colina no puede esconderse”.

Oremos para que a través de nuestro ser la Luz del Creador se irradie.

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