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Mi Kabbala – Tishrei 12, 5785 – Lunes 15 de octubre 2024.        

¿Alma?       

El Texto de Textos nos revela en Deuteronomio 4:29, “si desde allí buscas al Señor tu Creador con todo tu corazón y con toda tu alma, lo encontrarás”.

Coexistimos dentro de dimensiones físicas, mentales y espirituales que se complementan y a las cuales debemos integrarnos, haciéndonos conscientes de ese proceso de perfeccionamiento que enaltece nuestra alma. Esta, como esencia divina, nos fue otorgada por el mismo Creador, quien la alimentó con Su hálito de vida, conectándola con Su propio Espíritu. Sin embargo, producto del pecado, hoy estamos esclavizados por las alucinaciones de nuestra mente, lo que implica que ese estado espiritual —néfesh (נפש)— se articule con ru’ach (רוח, viento) para que nuestra neshamá (נשמה, alma) viva de forma chayah (חיה, viviente) en un estado yechidah (יחידה, singular).

Se sabe que el alma se nutre de néfesh (principio vital), de rúaj (רוח, hálito de vida) y de neshamá (esencia propia). No obstante, dentro de este proceso de ascenso armónico coexistiendo en una realidad ilusoria, la conexión entre mente y espíritu necesita de nuestra conciencia, la cual debe iluminarse con la luz de Su Palabra para que el nuevo entendimiento nos dé acceso voluntario a ese Haz de Luz y a Su Espíritu. Para ello, se nos concede un ciclo de vida terrenal con interacciones e interrelaciones en las que fluimos a través del vínculo perfecto del amor.

Los cinco mundos formados por Ohr (אור, luz), que de acuerdo con las sefirot dominan cada reino, nos proyectan hacia ese quinto mundo: lo primordial de Adam Qadmon, en el cual debemos lograr nuestra trascendencia para acercarnos lentamente a esa Luz divina —Mimalei Kol Olmin (עולמות)— que debe llenarnos. Siendo este nivel físico, Assiyah (עשיה), con su universo cosmológico, el que nos muestra lo alejados que estamos de Él, es necesario que asumamos ese orden de desarrollo evolutivo que, con su encadenamiento progresivo, nos lleva de lo oculto y misterioso a un acercamiento voluntario al Ein Sof.

Nuestra parte material y biológica caída también forma parte de ese Todo. Pero en esta dimensión de la acción y la ilusión, Assiyah (עֲשִׂיָּה‎), nos confundimos a través de deseos fragmentados y egoístas. Por ello, necesitamos comprender conscientemente lo que es la unidad, integrarnos, despertar y alejarnos de la ilusión de la muerte para nacer a la verdadera vida, la eterna. Debemos trascender más allá de estas dimensiones terrenales a través de un crecimiento integral y voluntario, donde el lenguaje, limitado y finito, tiene un papel preponderante. Solo así podremos integrarnos a esa Palabra que nos otorga los elementos necesarios para reintegrarnos a Él en el mundo de la emanación: Atzilut.

Elías (אֵלִיָּהו, ēliyahū), como profeta, nos indica que aunque el pecado habita en nosotros en esta dimensión corporal caída, y nuestra mente nos mantiene encadenados al mundo de la ficción, también cohabitamos en la dimensión espiritual, siendo nuestra alma parte de esa vida eterna, en la dimensión Maljut, donde dicha alma —kli (recipiente)— encuentra las manifestaciones del Creador como señales para retornar a esos espacios de perfeccionamiento que nos llevarán a superar aquellos niveles de inconsciencia. Para ello, la Luz del Creador nos guía, permitiéndonos reconocernos como parte del Todo: Sus hijos.

El Texto de Textos nos revela en Mateo 10:28, “No teman a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma”.

Oremos para que nuestra alma consciente domine nuestras inconciencias.

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