
Mi Kabbala – Tishrei 23, 5785 – Viernes 25 de octubre del 2024.
¿Imaginarios?
El Texto de Textos nos revela en Génesis 2:8, “Y plantó el SEÑOR Dios un huerto hacia el oriente, en Edén; y puso allí al hombre que había formado”.
Fuimos creados a través de Su palabra: לברוא (levará, crear, dar forma a), la misma que usamos nosotros para construir nuestra realidad. Con su boca sopló aliento divino en los pulmones de Adán, para que, con la vibración de nuestras expresiones, nos recreáramos en Su obra. Este fluir energético se convierte en Luz y sonidos a través de nuestro sistema fonatorio y capacidad mental, de manera que con dichos signos, símbolos e imaginarios percibamos con mayor claridad sus manifestaciones y revelaciones, las cuales nos hablan de Él y, a la vez, nos llaman a integrarnos al comunicarnos con Él.
Al intentar entender mejor este universo simbólico a través del Notaricón (נוטריקון), que consiste en juntar letras y números cual acrósticos, podemos reinterpretar y conseguir nuevos significados o sentidos en lo que allí se expresa. Quizás, debido a que al alejarnos de Él —temor (yirá, יראה)—, nos alejamos también de ese sentido trascendente, necesitando todo un proceso de vida para hacernos conscientes de nuestras inconsciencias y transformar estas desinformaciones al integrar nuestras facultades: voluntad, intelecto, sentimiento y conciencia, en una conjunción que nos lleva a acogernos a Su sabiduría a través de nuestra dialéctica.
Su palabra, pilar central del equilibrio del Árbol de la Vida y sus sefirot, es la que genera esa necesaria armonía mediante la cual podemos valorar todas esas interrelaciones e interacciones con las que coexistimos durante este trayecto por las dimensiones que transitamos hasta que volvamos a unirnos con esa raíz, con su tronco, como ramas y frutos de dicho Árbol. Etz (עץ) asciende por las cuatro etapas de esta creación: llamar, crecer, formar y hacer, de las cuales nos iluminan los cuatro elementos primordiales del Cosmos: fuego, aire, agua y tierra, que materializan Su narración.
Nuestras palabras además crean una realidad que debería reconectarnos con Él, de allí la importancia de usarlas para alabarle y agradecerle, bendiciendo, pero sobre todo omitiendo aquellas expresiones que tendrán ramificaciones y consecuencias no solo físicas sino también espirituales en el todo. Maljut (מלכות), como sefirah, nos recuerda que desconocer esos efectos receptivos de dichas chispas de luz y cerrar nuestro entendimiento a nuestras decisiones no solo afecta nuestro mundo imaginario, sino que esa energía asciende a otros mundos, nublando aún más nuestra conciencia e infectándonos con la oscuridad terrenal.
José (יוֹסֵף, Yoséf, Él añadirá) nos recuerda que nuestra estructura espiritual, tanto como la física, requiere nutrirse de Su palabra para poder iluminar nuestra oscuridad, la cual sofoca nuestro ser consciente. Es indispensable que logremos vislumbrar, en todas las áreas de nuestras coexistencias, ese mundo caótico que genera nuestro lenguaje distorsionado y que, si nos permitimos atender esas emanaciones divinas de las sefirot, las cuales incluso corresponden a nuestra anatomía psicoespiritual y física, podemos, cual observadores y espejos de la Creación, reconocernos desde nuestra esencia y replantear nuestras metas, priorizando nuestra integración.
El Texto de Textos nos revela en Apocalipsis 22:2, “Y a cada lado del río estaba el árbol de la vida, que produce doce clases de fruto, dando su fruto cada mes; y las hojas del árbol eran para sanidad de las naciones”.
Oremos para que entendamos el cómo el Creador se nos manifiesta.