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Mi Kabbala – Tishrei 29, 5785 – Jueves 31 de octubre del 2024.

¿Ríos?

El Texto de Textos nos revela en Isaías 49;15, “¿Puede una madre olvidar a su niño de pecho, y dejar de amar al hijo que ha dado a luz? Aun cuando ella lo olvidara, ¡yo no te olvidaré!”

El concepto de amor nos habla de un vínculo, de otorgar a los otros lo mejor de nosotros como una forma de integrarnos voluntariamente al Creador, fluyendo. Este amor debe irradiarse en nuestras interrelaciones para que los efectos del pecado disminuyan, egoísmo que nos llama a ser uno, mas no a la unidad. Esta perspectiva explica también por qué las cuatro letras que expresan el concepto de amor en hebreo, אהבה (ahavá), refieren más a un pacto que a un sentimiento; un pacto que, al asociarlo con el concepto de vida, nos lleva a vislumbrar que, al igual que el agua de un río, nuestra esencia debe fluir hacia y con Él para que gracias a ello retornemos a nuestro estadio original.

El contexto de mayim, מים, hace referencia, más que a un líquido, a nuestra esencia de vida, que nos rodea ya sea como mar, manantial o río, y que constituye buena parte de nuestro cuerpo. Esto podría explicar que su ausencia nos angustie y llene de caos y conflictos, siendo esta una representación de Su amor, de la vida eterna. Todo fluye conforme a Su voluntad, y es necesario vincular la nuestra, dando lo mejor de nosotros, para que todas nuestras interacciones coexistan armónicamente y nos purifiquen continuamente de nuestras impurezas.

Kéter, כתר (keter, corona), como la primera sefirá del Árbol de la Vida, se sitúa en una posición central superior, indicándonos que Él irradia ese potencial puro a través de manifestaciones que llenan todas las dimensiones en las que coexistimos. Es nuestra esencia, atemporal y libre, la que, como el agua, nos permite canalizar su luz para que sea ella quien guíe nuestra voluntad. Esta misma voluntad debe expandir ese amor, que como principio vital de todas las formas de energía da a nuestra vida un sentido y nos relaciona con todo, en el esfuerzo por integrarnos a Él a través de Su obra.

Sofonías, צפניה (Tsefanyá, “El Creador protege”), nos reitera que son nuestros actos contradictorios y el incorrecto manejo de nuestra voluntad los que nos conducen a una desobediencia que impide fluir armónicamente con Su obra. Es necesario un fluir fraternal y servicial para que nuestra esencia se purifique con esos ríos de agua viva y podamos ser parte de su obra. Nos llama a asumir conscientemente sus preceptos divinos en la búsqueda de trascender lo terrenal y temporal para reencontrarnos con Él en esa nuestra morada celestial de la cual salimos en busca de aprender a obedecer.

Recorrer estos senderos conforme a las Sefirot implica respetar ese pacto, תַּנַךְ (Tanaj), que desde nuestros ancestros nos llama a amar la vida, a nuestros prójimos y al Creador sobre todas las cosas, de pensamiento, palabra y obra, evitando prolongar y magnificar el pecado que nos expulsó y mantiene desorientados. Necesitamos la guía del Espíritu Santo; de lo contrario, Él no puede revelársenos debido a los límites de nuestro confuso lenguaje finito, incapaz de desentrañar lo infinito e ilimitado de Él. Es indispensable que su luz ilumine nuestro entendimiento para que, con sus atributos y Palabra, transforme nuestras realidades humanas en formas y lógicas distintas a las que históricamente nos hemos planteado.

El Texto de Textos nos revela en I de Corintios 16.14, “Hagan todo con amor”.

Oremos para que sea el amor el que fluya y limpie nuestras interrelaciones.

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