
Mi Kabbala – Tishrei 6, 5785 – martes 8 octubre 2024.
¿Crear?
El Texto de Textos nos revela en Eclesiastés 3:1, “Él hizo todo hermoso en su momento, y puso en la mente humana el sentido del tiempo, aun cuando el hombre no alcanza a comprender la obra que Él realiza de principio a fin”.
Para nuestra creación, se generó un espacio de contracción divina que, similar a nuestra mente, no recibe plenamente toda la Luz Superior, la cual en ese entorno se inactiva, sin afectar ese Ein Sof, אין סוף o Infinidad, que no tiene ni principio ni fin. A raíz de Su voluntad simple, surge allí el deseo de crear los mundos y de emanarnos a Su imagen y semejanza, trayendo hacia nosotros la perfección de Sus actos. Para ello, de Él surgió la Palabra, que con su vibración no solo reproduce nombres o denominaciones, sino una realidad que nosotros, como seres creados, interpretamos de una manera particular, generándose así una restricción del Infinito en sí mismo, un punto medio.
Al apartarse esa Luz, se cree que alrededor de ese punto se generó una realidad finita en la cual Su Voluntad nos ubicó: un espacio libre o vacío que sirvió de lugar para los emanados, y del cual surgió una única línea Suya, que descendió de arriba a abajo. Este Haz de Luz, אור, se proyecta para que, dentro de ese espacio y a través de esa línea, sus fragmentos se recreen en lo creado. Es un misterio que entendemos poco y del cual solo hacemos una pequeña referencia, ya que no hay ninguna mente creada capaz de asimilar esta verdad, dado que Él no tiene lugar, límite ni nombre.
El verbo Bará (בָרָא), crear, como tarea, implica recrearnos en lo creado a través de nuestro lenguaje para alcanzar una correlación entre cada letra de Su palabra, de tal forma que esas combinaciones nos aporten conocimientos en los cuales podamos reconocernos, ya que estamos en el punto más alejado de dicha Luz que, aunque reside en nosotros, nos proyecta una sensación de vacío que reproduce deseos egoístas. En nuestras confusiones, intentamos llenar ese vacío con ilusiones, cuando solo Él puede colmarnos con su Haz de Luz, producto de la vibración de Su Palabra.
Maljut (מלכות), como dimensión física que se nos presenta, nos proyecta los aspectos tangibles de esa realidad. De allí que esta Sefirá nos permita, como sendero, percibir la materia, obviando que esta es tan solo producto de nuestro lenguaje finito y limitado. Esto significa que solo percibimos un pequeño porcentaje de la realidad total, en un mundo de la Acción que es más ficción que verdad, donde esos movimientos físicos nos deben alinear con Su voluntad mientras persiste en nosotros un deseo, una expectativa, una visión: la de recibir, lo cual nos aleja aún más de esa Fuente de Vida.
Sansón, shemesh (שמש), como nazareo, נזיר (nazir, separado), es quizá el mejor ejemplo para entender cómo los deseos fragmentados, mundanos y egoístas nos dominan, y aunque en el fondo forman parte del gran deseo de integrarnos a Él, necesitamos, a través de Su obra, convertirnos en cocreadores proactivos de toda Su realidad. La oración es la herramienta más eficaz para provocar esas transformaciones interiores que nos permitan alcanzar una mejor comprensión e integración de nuestra alma con su Haz de Luz dentro de nuestra mente contraída, siendo Su Espíritu el enlace fundamental para que ese deseo de recibir nos lleve a compartir, convirtiéndonos así en receptores vinculantes.
El Texto de Textos nos revela en Hebreos 3:4, “Porque toda casa tiene su constructor, pero el constructor de todo es Él”.
Oremos para que se incremente el deseo de conocerle y reconocernos en Él.