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Mi Parashá – Génesis 1:22

Términos como וַיְבָרֶךְ (Va-yevárékh), “bendijo”, nos llevan a través de la raíz lingüística ברך (B-R-K) y a reflexiones aportadas por la gematría con el número 228, para entender que la bendición es recibir ese flujo de energía divina que se imparte a la creación, asimilando nuestro crecimiento. Es por ello que la expresión פְּרוּ וּרְבוּ (Perú Urvú), “Sean fructíferos y multiplíquense”, como mandato divino nos llama a propagar la vida, su Luz, su Palabra.

“Perú” como concepto tiene un valor de 286 y “Urvú” de 208, lo que nos da la idea de expansión como abundancia, lo cual está alineado con la voluntad divina, fuerza que gobierna y ordena lo creado, pero a la vez, es esa justicia y poder que, como acto, bendice y multiplica. Por lo tanto, la expresión יִרֶב (Yirév), “Multiplicar”, nos llama a reforzar la idea de crecimiento y expansión como plan de vida.

Quienes siguen confundiendo bendiciones con la obtención de placeres, sueños y expectativas obvian que este mandato biológico contiene un impulso espiritual que da a todas las criaturas la capacidad de manifestar la vida en su forma más abundante y diversa. Esto implica que recibir esa bendición (ברכה, Berajá) no es para buscar nuestro bienestar particular y egoísta, sino para transferir lo mejor de nuestra esencia y energía espiritual a los demás.

Vida que se activa y potencializa en todas las capacidades innatas de todo lo creado, y que nos llama a ser fructíferos y a multiplicarnos, impartiendo esa chispa divina y cumpliendo con el propósito del Creador. Por ende, cada nueva vida que se crea es una extensión de la Luz del Creador en Su obra, logrando que esa iluminación e integración de los fragmentos generen la unicidad.

Al llenar el mundo con Su Luz, como instrucción que parte de llenar las aguas y la tierra, estamos logrando que esa esencia divina penetre en todas las esferas de la existencia, tanto en los niveles materiales como espirituales. Este proceso de expansión no solo implica un aumento en número, sino también una profundización en la conciencia de la presencia divina en cada rincón de la creación.

Contamos con la capacidad de expandir esas bendiciones que significan vivir y de multiplicar Su Luz, siendo ese rol de expansión un acto de bondad, tanto para nuestras relaciones como para alcanzar una conexión total con lo divino. Esto implica crecer continuamente, expandiendo nuestra comprensión al reconocernos como Sus hijos.

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