Mi Parashá – Génesis 3:14
Aunque es claro que la Biblia refleja el amor del Creador y su deseo de que nos reconectemos a Él como fuente de vida, hay algunos pasajes que vale la pena releer con más profundidad para no caer en el simplismo de pensar, como en este caso, que Él nos maldijo al expresar a la serpiente, después de engañar a Eva y causar la caída de la humanidad, una especie de condena eterna que, en parte, pareciera compartimos actualmente.
Sin embargo, la condena de arrastrarse sobre su vientre y comer polvo por el resto de sus días realmente simboliza que las fuerzas del mal, el ego y la tentación que nos alejan del camino espiritual y de la conexión con lo divino siempre estarán limitadas al poder de las fuerzas negativas que también fluyen en la tierra y que quedan atadas a ella.
Todo lo que es condenado a arrastrarse, como la serpiente, pierde su capacidad de elevarse, lo que simboliza la limitación del poder del mal cuando el ser humano reconoce su verdadera naturaleza y se conecta con la sabiduría divina para continuar cogobernando. La gematría nos ayuda a comprender que la serpiente הַנָּחָשׁ (Ha-Najásh), con un valor de 358, al coincidir con el valor de מָשִׁיחַ (Mashíaj), “Mesías”, queda sujeta a esa fuerza que representa nuestro redentor.
Por ende, el engaño y la tentación deben transformarse en una fuerza de redención, siendo la serpiente la prueba que, una vez superamos su influencia, podemos acceder a la redención y, por ende, a una reconexión con lo divino. El עָפָר (Afar), “polvo”, con un valor gemátrico de 350, del cual todos formamos parte, representa solo lo material, lo mundano y lo bajo.
La serpiente, por lo tanto, al ser condenada a comer polvo, está siendo relegada al nivel más bajo de existencia, lo que simboliza el destino del mal cuando es dominado por la conciencia divina. Por lo tanto, el mal, al que tanto priorizamos, solo puede tentarnos y desviarnos temporalmente, pero estamos destinados a superarlo, ya que es subyugado por el poder divino del Mesías.
Al reconocer la naturaleza ilusoria del mal y superar las tentaciones del ego, podemos transformarlas en oportunidades para crecer espiritualmente. Es por ello que el polvo también simboliza la humildad, y recordar que “polvo somos” nos reitera nuestra dependencia de la divinidad, buscando mantenernos conectados con nuestra esencia para evitar caer en la trampa del ego.
A través del reconocimiento y la superación de nuestras pruebas, como lo hicieron Adán y Eva, podemos alcanzar un estado de mayor conexión con lo divino, siempre y cuando nos dejemos guiar por Su palabra, la cual nos ofrece los recursos para profundizar en la comprensión de todo aquello que nos genera tentación, deseos de maldad y, en fin, una supuesta realidad que, en el fondo, contiene una oportunidad para la redención y el crecimiento espiritual.