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Mi Kabbala – Av 16, miercoles 21 de agosto del 2024.

¿Educación?

El Texto de Textos nos revela en Isaías 53:4, “ciertamente él cargó con nuestras enfermedades y soportó nuestros dolores, pero nosotros lo consideramos herido, golpeado por el Creador, y humillado”.

Regularmente nos cuestionamos acerca de nuestros sufrimientos e, incluso, sobre por qué, como humanidad, seguimos repitiéndolos a pesar de un anhelo de paz que predicamos constantemente. Cuestionamientos que podrían ser respondidos si atendemos las revelaciones del Creador y nos permitimos alejarnos de tantos sentimientos egoístas y adversos que perpetuamos sin razón. Lamentos que se acentúan más cuando dejamos de percibir la luz del Creador y nos sumergimos en nuestros milenarios conflictos, fruto de una visión mercantil competitiva, resultado del pecado (חֵטְא, jet).

Probablemente por ello, para el calendario judío, el mes de Av (אָב) o Menajem Av, “el que consuela”, quinto mes cuando se cuenta desde Nisán, representa el consuelo que el pueblo espera después de la destrucción de sus dos templos. Es un tiempo en el que, aunque se reducen las alegrías (por lo que se prohíbe incluso comprar ropas nuevas o coser prendas, por ejemplo), se mantiene la esperanza de que todo cambiará, dejando a un lado las grandes desgracias que le ocurrieron al pueblo de Israel. Estas fechas, Rosh Jodesh Av, son espacios para celebrar la misericordia divina y nuestra redención.

En el mundo occidental, contaminado por el consumo de drogas, alcohol y entornos donde las juventudes se sumergen en diversas adicciones, se intenta, con estas distracciones, escapar y no pensar en el significado de la vida, obviando al Creador y su luz, único ser que nos puede dar vida y que, incluso a través de su Palabra, nos enseña que esas adversidades no son más que efectos de nuestras desobediencias (מֶרִי, meri) y, a la vez, llamados de atención para que, en vez de sufrir, nos acerquemos más a Él.

Perpetuarnos en sufrimientos y conflictos cuando todo nos indica la necesidad de reencontrarnos con el Creador no tiene razón de ser, máxime cuando Él mismo se hizo humano para pagar por nuestros pecados y enseñarnos el camino de retorno: el del amor, ese que nos recuerda que, después de la tempestad, vendrá la calma y que, como el mismo pueblo judío, estamos llamados a celebrar a diario la alegría, esa misericordia (חנן, janan), que conlleva Tajanun, para que, gracias a esa costumbre, entendamos que nuestras oraciones y ayunos deben llevarnos a servir a nuestros prójimos y, a la vez, a poner lo mejor de nosotros en pro de ese bienestar que es general.

Lamec (לֶמֶךְ, Lémej) nos recuerda que lo adverso debe ser visto como una oportunidad de crecimiento, a través de la cual, y gracias a esas pruebas, mejoramos, siempre y cuando atendamos las recomendaciones de nuestro Creador. Y es que, si aprendemos la fórmula correcta para crecer, nuestras vidas serán más sencillas, sin complicaciones ni preocupaciones, todo gracias a la corrección de nuestros errores, que requieren especialmente de una educación integral basada en los principios y preceptos bíblicos.

El Texto de Textos nos revela en Romanos 5:3, “y no sólo esto, sino que también nos gloriamos en las tribulaciones, sabiendo que la tribulación produce paciencia; y la paciencia, prueba; y la prueba, esperanza; y la esperanza no avergüenza; porque el amor del Creador ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos fue dado”.

Oremos para que nuestro Creador sea nuestra calma.

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