Mi Kabbala – Av 17 – jueves 22 de agosto del 2024.
¿Ver?
El Texto de Textos nos revela en II Reyes 6:17, “Y oró Eliseo, y dijo: Te ruego, oh Jehová, que abras sus ojos para que vea. Entonces Jehová abrió los ojos del criado, y miró; y he aquí que el monte estaba lleno de gente de a caballo, y de carros de fuego alrededor de Eliseo”.
Andamos ciegos por este mundo, donde, aun sospechando partes de la realidad, nuestras percepciones no nos permiten vislumbrar más que un reflejo de la cantidad de luz existente, la cual proviene del Creador. Esa ceguera se constituye en una especie de velo que, además, nos hace interpretar todo como si estuviéramos apartados y no como parte integral. Es necesario que, aprendiendo del profeta Elías con su siervo, גֵּיחֲזִי ,Guejazí, quien no veía lo que realmente estaba aconteciendo a su alrededor, asumamos ser guiados por el Espíritu Santo y su protección celestial.
Cada versículo en los textos bíblicos nos recuerda que el Creador está con nosotros y nos liberará, tal como lo hizo con el pueblo de Israel de sus esclavitudes. Por lo tanto, al orar debemos pedir al Creador que abra nuestros ojos y nos llene de mayor confianza, irradiando esta en quienes nos acompañan, como sucedió con aquel siervo a quien se le abrieron los ojos. Quizá por ello, la palabra hebrea original que Elías usó para ello fue pkáj (פְּקַח), término muy especial para referirse a abrir los ojos y que, en su contexto, nos invita a remover la falsedad y dejar entrar la verdad.
Nuestra tarea diaria implica comprender que, aunque nuestra visión física es limitada y depende, en su pequeño espectro, de los rayos de luz que podemos soportar, teniendo en cuenta la radiación del sol, nuestra mayor ceguera es mental y, lógicamente, espiritual. Necesitamos que se abran nuestras percepciones para que nuestro entendimiento supere esos imaginarios limitantes reprogramados milenariamente y, gracias a nuestra fe, nos permita otra lectura que debe ir mucho más allá de la vista física, posibilitándonos tener una perspectiva mayor sobre la vida y, especialmente, sobre nuestros dilemas materiales que estrechan y limitan nuestra confianza (בִּטָּחוֹן, bitajón).
El Creador nos guía y responde a nuestras oraciones, pero espera que, como el profeta, confiemos plenamente en Él y en sus propósitos, que, aunque forman parte de este mundo físico limitado y finito, son solo un pequeño eslabón dentro del plan infinito e ilimitado en el que Él nos creó. Esto significa que muchos de nosotros, como sus siervos, debemos quitar ese velo (מִסְוֶה, misvé) que nos mantiene cegados y llenos de temores y conflictos, para que su luz ilumine nuestro entendimiento y se nos permita ver, como en aquel caso, que a nuestro alrededor hay todo un ejército celestial guiándonos.
Nuestra ceguera espiritual mejora con una adecuada dosis de fe, la cual debe iluminarnos especialmente frente a aquellas situaciones en que limitamos nuestra confianza a nuestras expectativas y sesgadas realidades mercantiles, obviando, como creyentes, que existe una verdad eterna que podemos percibir ya, y fruto de ella obtendremos nuestra liberación del pecado (חירות, jerut), el cual coarta nuestra confianza. Por ello, necesitamos que se abra nuestra mirada para reconocerlo.
El Texto de Textos nos revela en Marcos 8:25, “Entonces Jesús puso otra vez las manos sobre sus ojos, y él miró fijamente y fue restaurado; y lo veía todo con claridad”.
Oremos para que el Creador abra nuestros ojos para aumentar nuestra fe.