Mi Kabbala – Av 2 – miércoles 7 de agosto del 2024.
¿Soñar?
El Texto de Textos nos revela en Genesis 28:12, “Y tuvo un sueño, y he aquí, había una escalera apoyada en la tierra cuyo extremo superior alcanzaba hasta el cielo; y he aquí, los ángeles del Creador subían y bajaban por ella”.
Algunos creyentes consideran que este mundo contraído o caído tiene que ver con la dimensión de los sueños “חלום” (jalom) y por ello vivenciamos un lento despertar, incluso diario, el cual nos debe posibilitar hacernos conscientes de ello para retornar al lado de nuestro Creador. Por ello, algunos ortodoxos, al despertarse, se lavan las manos como manifestación de la oportunidad de retornar de ese mundo impuro para buscar al lado del Creador nuestra purificación. Esta visión nos invita realmente a asumir cada instante de vida como una oportunidad de hacernos más conscientes de todo lo que significa acercarnos al Creador a través de Su obra, siempre bajo la guía del Espíritu Santo.
El mismo patriarca Jacob nos da pistas al respecto al hablar de aquel sueño en donde los ángeles suben y bajan una escalera hacia el cielo. Lugar, “makom” (מָקוֹם), que sin embargo no es descrito de forma específica, por lo cual hay quienes consideran que “makom” no es un lugar físico, sino la propia presencia del Creador. Por ello, el Talmud explica que el Creador es el lugar del mundo y el mundo no es su lugar, es decir, deberíamos comprender que no podemos ver a nuestro Creador en un lugar limitado, sino que Él es el todo. Por lo tanto, no se encuentra en un solo lugar, ya que Él trasciende el espacio, y por ende, todos podemos llegar a Él en cualquier momento y lugar.
Entender el mundo de nuestros sueños nos lleva a asumir que no hay lugares ni tiempos, y que nuestra actual visión estrecha de la vida debe ampliarse, despertando a esa nueva realidad en donde “Ha-Makom” (הַמָּקוֹם), el lugar en donde queremos reencontrarnos con nuestro amoroso Padre Celestial, puede ser ese espacio de oración cotidiano. Esta perspectiva nos invita a comprender además la inmensidad eterna de nuestro Creador, quien sin embargo enfatiza su cercanía íntima con nosotros a través del Espíritu Santo que mora en nuestros cuerpos.
Desde dicha mirada, Él espera que actuemos por amor y no por miedo, lo que significa que ese Su fluir guíe nuestras vidas, llenándonos de la tranquilidad de sabernos sus hijos. Esto significa que ese temor poco tiene que ver con el miedo instintivo, sino que más bien nos motiva a obedecer sus preceptos y mandatos, reverenciándole “יִרְאָה” (yirá), ya que todo lo hizo bueno y bello para nosotros. Contrariamente, al tomar del fruto del árbol del conocimiento, caímos y empezamos a decidir sobre vivir lo malo, siendo necesaria Su misericordia y amor para que entendamos, a través del perdón, lo que es Su guía.
El mundo de los sueños o las ilusiones en que coexistimos nos mantiene mentalmente presos “אָסִיר” (asir) de conceptos que, como el espacio y el tiempo, nos atan a una perspectiva imaginaria en donde nos cuesta mucho comprender lo que realmente es la vida y lo que hace Él por nosotros como Creador. Al humanarse, se introdujo en estos mismos sueños para rescatarnos del triste final de la muerte, en donde ya no despertaremos a su lado. Así que la mejor opción que podemos asumir es creer en nuestro Salvador.
El Texto de Textos nos revela en Juan 1:51, “Y le dijo*: En verdad, en verdad os digo que veréis el cielo abierto y a los ángeles del Creador subiendo y bajando sobre el Hijo del Hombre”.
Oremos para que despertemos pronto al lado del Creador.