Mi Kabbala – Av 3 – jueves 8 de agosto del 2024.
¿Viento?
El Texto de Textos nos revela en Isaías 61:1, “El Espíritu del Señor omnipotente está sobre mí, por cuanto me ha ungido para anunciar buenas nuevas a los pobres”.
Algunos estudiosos de la Palabra del Creador nos dicen que Él está en el viento “רוּחַ” (ruaj) o, por lo menos, que allí está su hálito de vida. Por ello, en el aire encontramos esas partículas divinas que, disfrazadas de oxígeno, cubren todo lo que nos rodea y le dan movilidad a nuestras existencias. Sin ese aire no podríamos coexistir, pero también está claro que Él está en todas partes, en cada partícula que nos conforma y rodea. Su Espíritu se mueve en todos nuestros entornos y vivencias, como lo ha hecho desde antes de la Creación; de lo contrario, nada existiría.
“Ruaj Elohim” (רוּחַ אֱלֹהִים) significa presencia del Creador y, con ella, la Biblia nos presenta desde el Génesis esa referencia de que Él está ahí, en todo. Esta visión, para algunos estudiosos, también implica que “ruaj” no sea tan solo una referencia al viento, sino a Su Espíritu, para denotarnos, desde esa bella analogía, que Él está en todo, ya que es el todo. Aunque no le podamos percibir de una forma específica, debemos aceptar que Él es quien nos otorga la vida y todo lo que ella simboliza, de lo cual somos medianamente conscientes, aun cuando sigamos promoviendo más nuestras inconsciencias.
Él tuvo que materializarse no solo desde nuestra visión física, para que pudiésemos entenderlo como el que le da aliento y movilidad a todo, lo que se traduce en aceptar que el verbo “merahefet” (מְרַחֶפֶת), que se movía en las aguas, es el mismo que, como el águila cuida de sus polluelos. Este contexto aparece exclusivamente una vez en la Torá para denotarnos su máximo esmero, amor y afecto por nosotros. La guía y el cuidado que nos proyecta esa misma águila, que revolotea (merahefet) sobre sus polluelos y los recoge bajo sus alas, nos enseña que Él está en todo y en todos.
Para poder comprender este tipo de analogías, así como todas las demás enseñanzas que nos vislumbran las Escrituras, debemos alejarnos un poco de nuestros sesgos lingüísticos y de definiciones limitantes mundanas, asumiendo que debemos empezar a percibirle en todo, en el viento, moviéndose a nuestro alrededor. Así, agradecerle por todo, ya que Él está incluso en nuestro ser interior, en cada partícula, siendo además este su templo que, como cuerpo “גוּף” (guf), recibe su delicado amor, cuidado y misericordia a cada instante, eso sí, cuando se lo permitimos.
Entender que el Espíritu del Creador se mueve amorosamente sobre Su creación es, por lo tanto, aceptar que no solo está en el viento, sino en toda molécula de este mundo. Esto se traduce en que está en nuestro ser para construir un acuerdo entre Él y nosotros. Un pacto “בְּרִית” (brit) con su Creación, de la cual somos su máxima expresión, lo que nos llama a atenderle, ya que está haciéndonos permanentes llamados para que concretemos esa alianza y nos dejemos guiar por su Santo Espíritu de retorno a Su presencia, de la cual nos alejamos fruto del pecado.
El Texto de Textos nos revela en II de Corintios 3:17, “Ahora bien, el Señor es el Espíritu; y, donde está el Espíritu del Creador, allí hay libertad”.
Oremos para que el Espíritu del Creador nos guie en todo momento y lugar.