
Mi Kabbala – Av 25 – viernes 30 de agosto del 2024.
El Texto de Textos nos revela en Miqueas 3:7, “y serán avergonzados los profetas, y se confundirán los adivinos; y ellos todos cerrarán sus labios, porque no hay respuesta del Creador”.
Regularmente, y de acuerdo con conocedores del buen funcionamiento de nuestro cerebro, מוח (“Moaj”), se asegura que no utilizamos sino un mínimo porcentaje de todas las potencialidades que tenemos en nuestros lóbulos cerebrales y, por ende, solo desarrollamos una mínima parte de nuestra capacidad de pensamiento, frente a lo que se considera una infinita cantidad de conocimientos que podríamos adquirir y usar de mejor forma, incluso si nos hiciéramos más conscientes de dichas posibilidades y de la verdadera utilidad de estos para mejorar nuestra calidad de vida.
Conocimientos que generan un lenguaje, el cual otorga a cada letra una simbología especial, como es el caso de la expresión ראש (“Rosh”), que representa la cabeza para quienes así lo desean comprender, lo cual, desde esa semiótica, nos incita al buen uso de esta. Visión que, además, nos proyecta que cada figura está asociada a un concepto de fondo, tanto que hay quienes interpretan en ese término la expresión “jefe”, como una forma de entender que la cabeza es la sede de la inteligencia, la voluntad y la conciencia, y que Él es la cabeza de todo y quien debería cogobernar nuestras mentes.
La cabeza también puede expresar una renovación de las cosas, ya sea por destrucción o regeneración. Por ello, para los eruditos, la figura original de la letra ר (“Reish”), muy parecida a la letra ב (“Bet”), pero más orientada hacia la izquierda, al abrirse hacia el futuro, nos invita a vislumbrar una proyección de las fuerzas divinas, incluso del mismo universo, que se suma con sus innumerables estrellas y planetas a nuestras ideas, lo que implica nuestra necesidad de tener control y límites. En nuestro idioma, dicha ר (“Rho”) del griego, Ρ, ρ, no tiene ese significado ni el valor gemátrico de 200, siendo כף (“Kaf”) 20 o ב (“Bet”) 2, una insinuación para adquirir juicio, el cual juega un rol importante en nosotros.
Todos los signos tienen diversos significados, aunque todos contienen un principio que nos señala nuestro destino, siendo este nuestra esperanza para confiar plenamente en Su guía. Quizá por ello, quienes estudian esos trazos los articulan a la luz que emiten las estrellas o las constelaciones y a todo lo que significa vivir en este universo, עוֹלָם (“Olam”), lo que implica, como creyentes, aceptar o no esta interpretación de los signos lingüísticos, un juicio que invita a ver en Su Palabra esa luz, la misma que nos proyecta unos mandatos que consolidan nuestro cosmos y que nos llaman a renovarnos a diario gracias a que tenemos nuestra mirada puesta en Él y en Su guía.
Hay que usar nuestra cabeza de mejor forma, buscando esa renovación y buen juicio gracias a mejores razonamientos que, al hablar, nos permitan, como מַהֲלַלְאֵל (“Mahalalel”), pensar, hablar y actuar de forma coherente, guiados menos por las emociones y ese cúmulo de sentimientos, algunos de ellos adversos, y más por Él, quien debe cogobernar nuestros seres, dándole ese sentido de trascendencia a nuestras vivencias para que así nuestras decisiones conscientes no sigan generándonos dolores de cabeza.
El Texto de Textos nos revela en I de Corintios 4:5, “así que, no juzguéis nada antes de tiempo, hasta que venga el Señor, el cual aclarará también lo oculto de las tinieblas, y manifestará las intenciones de los corazones; y entonces cada uno recibirá su alabanza del Creador”.
Oremos para que nuestras razones estén orientadas por esas nuestras oraciones.