Mi Kabbala – Jeshván 25, 5785 – Martes 26 de noviembre del 2024.
¿Arrebatamiento?
El Texto de Textos nos revela en Daniel 2:44, “Y en los días de estos reyes el Creador del cielo levantará un reino que no será jamás destruido, ni será el reino dejado a otro pueblo; desmenuzará y consumirá a todos estos reinos, pero él permanecerá para siempre”.
Su verdad, emet, אמת, como luz nos guía a interpretar los mensajes bíblicos desde significados distintos, permitiéndonos extraer conceptos mejorados. Este enfoque nos aleja de algunas especulaciones egoístas y mundanas, generadas por mentes confundidas que intentan ajustar el Texto de Textos a sus propias creencias. Releer las parábolas desde una visión terrenal es una razón de peso para que, como creyentes, pidamos al Espíritu Santo que oriente tanto nuestras lecturas como nuestras búsquedas personales. Todo ello con un objetivo claro: que los mandatos del Creador, y no nuestros deseos egocéntricos, sean los que prevalezcan.
Algunos postulados científicos incluso coinciden con estas analogías y tesis bíblicas. Sin embargo, son nuestras odiosas comparaciones las que intentan ajustar lo allí preceptuado a visiones personales, impidiéndonos comprender esos postulados como insumos concretos para un crecimiento integral trascendente. Este modelo de vida, donde prima el amor por nuestras existencias, por los seres con los que coexistimos y, lógicamente, por nuestro Padre Celestial, implica comprender que Su arrebatamiento, laḥṭof, לחטוף, como llamado, nos requiere separarnos de un mundo que se aleja de Sus preceptos.
Enoc, אנוך (Ĥanokh), “dedicado”, uno de los hijos de Jared, quien vivió 365 años, nos recuerda la necesidad de una íntima comunión con el Creador. Esto garantiza, más que la ausencia de la muerte o nuestro rapto, la certeza de volver a Su lado. Esta perspectiva nos invita a ser personas rectas que viven conforme a la voluntad del Eterno. Así, la oración constante, la lectura de los versículos bíblicos y la guía del Espíritu Santo nos conducirán a esa resurrección en la cual nos reuniremos, abandonando nuestros cuerpos corruptibles para renacer a la realidad que nos corresponde.
Esta visión ha llevado a algunos a considerarse elegidos o seres especiales, al punto de descalificar a quienes no consideran merecedores de tal privilegio. Sin embargo, lo único cierto es que no hay otro camino hacia ese encuentro más allá de la fe en nuestro Señor Jesucristo, Árbol de la Vida, etz ḥayyim, עֵץ חַיִּים. Él nos preseleccionó por Su gracia, con solo creer en Él, nutriéndonos de sus amorosos frutos y siguiendo Sus pasos. Esto significa actuar correctamente, convirtiéndonos en seres de luz conforme a Su llamado.
El profeta Elías, אליהו (Eliyahu), también nos exhorta a revisar nuestros comportamientos diarios teniendo como guía los mandatos divinos. Estos nos incitan a evitar la injusticia, la insatisfacción, la queja, la ansiedad, el desánimo, la pereza, lo mundano y la vanidad. Aunque todos somos llamados, es claro que solo algunos se mantienen firmes, sin fluctuar, en la dirección que Él indica: aquello que es correcto, bueno y verdadero en cada circunstancia. Así, como nadie sabe ni el día ni la hora, las únicas señales certeras nos invitan a tomar nuestra cruz a diario.
El Texto de Textos nos revela en I de Tesalonicenses 4:16, “porque el Señor mismo con voz de mando, con voz de arcángel, y con trompeta del Creador, descenderá del cielo; y los muertos en Cristo resucitarán primero. Luego nosotros los que vivimos, los que hayamos quedado, seremos arrebatados juntamente con ellos en las nubes para recibir al Señor en el aire, y así estaremos siempre con el Señor. Por tanto, alentaos los unos a los otros con estas palabras”.
Oremos para estar preparados para el reencuentro con nuestro Creador.