Mi Kabbala – Kislev 17, 5785 – Martes 17 de diciembre del 2024.
¿Nosotros?
El Texto de Textos nos revela en Isaías 59:20, “Y vendrá el Redentor a Sion, y a los que se volvieren de la iniquidad en Jacob, dice el Creador. 21 Y este será mi pacto con ellos, dijo Jehová: El Espíritu mío que está sobre ti, y mis palabras que puse en tu boca, no faltarán de tu boca, ni de la boca de tus hijos, ni de la boca de los hijos de tus hijos, dijo Jehová, desde ahora y para siempre”.
La Yód o Yúd (י) es la décima letra del alfabeto hebreo y llevada como analogía al español se afirma que deberíamos hablar mejor de un Yosotros en donde nos incluimos todos como creyentes, gracias a una visión social más amplia en donde nos sabemos parte y dejemos de percibirnos aparte de todo y de todos, lo que lógicamente nos denota que dejaríamos de negar la existencia en esta tierra de nuestro Creador Yo soy, así como de nuestra esencia espiritual, perpetuándonos en un ego que solo denota nuestra ignorancia y el poco valor que le entregamos a todo lo que Él ha hecho por nosotros.
Quizá por ello el pronombre, Yo, אֲנִי, ani, llevado a nuestro ego máximo nos demuestra que aunque deberíamos leerlo como la primera persona del singular imperfecto: ser, lo visionamos equivocadamente igual que algo lejano a nosotros mismos, obviándole a Él: Yo soy, como nuestra razón de ser, guía y salvador, quien nos posibilita el existir como a la vez el entrar en comunicación con esa dimensión a través de la cual podemos retornar a ese espacio celestial que incluso estando en nuestro interior, no atendemos producto del pecado el cual desvía nuestra voluntad y oscurece nuestra Fe.
Él es nuestro Yo Soy, ehyeh Ehyeh-Asher-Ehyeh, אֶהְיֶה אֲשֶׁר אֶהְיֶה y como creyentes debemos de verle humanado en nuestro Señor Jesucristo como nuestra luz, la que ilumina nuestro diario camino, dejando así de retroalimentarnos del árbol del conocimiento del bien y del mal para alimentarnos de Él,: pan y Árbol de Vida, fuente energética que nos permitirá no volver a tener deseos y sed de este mundo, en donde tristemente nos cuesta mucho el nutrirnos de sus frutos originales, los del amor, vinculo que nos integra como una unidad de seres que coexistimos armonicamente con el Creador y su creación.
Emanuel, עִמָּנוּאֵל, Immānûʼēl, implica saber que está con nosotros, para así no seguir confiando en luces artificiales que nos llevan a pensar que tenemos la capacidad mental de crear diferentes tipos de energías, aparentemente limpias, fijándonos más en la luz solar que en la suya, cuando podemos transformar este mundo solo gracias a Su guía. Quizá por ello nos parece que el seguir actuando a nuestro acomodo, no es un error y por el contrario, nos perpetuamos en consolidar ese final apocalíptico gracias a quienes no piensan en la subsistencia humana sino en los deseos de su insaciable ego.
Aceptar que, el Yo soy, el soy el que soy, אֶהְיֶה אֲשֶׁר אֶהְיֶה, nos hace vibrar con su Palabra, la cual como si fuesen rayos infrarrojos abre nuestras mentes para poder entender que nuestra oscuridad y vacío se llena es con el amor que Él nos demostró cuando se hizo hombre, logrando por ende con su mensaje vencer ese pecado que nos lleva a la muerte producto de nuestra desobediencia, cuando es tiempo de vivir reproduciendo su Luz para llevar todas esas oscuridades, כֵּהֶה, kehe, en que nos recreamos.
El Texto de Textos nos revela en Mateo 2:1, “Cuando Jesús nació en Belén de Judea en días del rey Herodes, vinieron del oriente a Jerusalén unos magos, 2 diciendo: ¿Dónde está el rey de los judíos, que ha nacido? Porque su estrella hemos visto en el oriente, y venimos a adorarle. 3 Oyendo esto, el rey Herodes se turbó, y toda Jerusalén con él. 4 Y convocados todos los principales sacerdotes, y los escribas del pueblo, les preguntó dónde había de nacer el Cristo”.
Oremos para que nuestro Señor Jesucristo ilumine nuestros diarios pasos.