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Mi Kabbala – Kislev 22, 5785 – Domingo 22 de diciembre del 2024.

¿Adoración?

El Texto de Textos nos revela en Jeremías 35:15, “Y envié a vosotros todos mis siervos los profetas, desde temprano y sin cesar, para deciros: Volveos ahora cada uno de vuestro mal camino, y enmendad vuestras obras, y no vayáis tras dioses ajenos para servirles, y viviréis en la tierra que di a vosotros y a vuestros padres; mas no inclinasteis vuestro oído, ni me oísteis”.

El concepto de alabar, להלל, lehalel, tiene diferentes lecturas sin embargo los creyentes lo deberíamos entender como una forma exclusiva de adoración que implica a la vez rendir culto, perspectiva que si la profundizamos incluso históricamente nos puede llevar a comprender mejor el cómo, al alejarnos del Creador, terminamos paganizando nuestras costumbres al recrearnos en nuestros desconocimientos, ignorancias y especulaciones, promoviendo con ello todo tipo de deidades humanas, al sustentar dichas creencias en esas erradas visiones e imaginarios que solamente desdicen de nuestra verdadera fe.

El concepto de Yadah, יָדָה, nos lleva de alguna forma no solo a dar gracias sino a la vez a rendir culto con nuestra propia vida para que no siga reinando en nosotros esas confusiones que históricamente han guiado nuestros más íntimos deseos y alucinaciones, aquellos que aunque suponemos incluso dirigidas a alabar a un único Creador nos llevan contradictoriamente en ocasiones a inclinarnos ante imágenes y seres paridos desde nuestra creatividad, los cuales convertimos en semidioses, inconscientemente, al punto, que históricamente hemos enfatizado en idolatrar hasta a los astros, olvidándonos que él único que merece nuestro loor y gloria es nuestro Creador.

Quien a través de nuestro Señor Jesucristo como Árbol de Vida se humanó para que dejáramos de retroalimentáramos del árbol del conocimiento del bien y del mal y con ello de las especulaciones que disfrazadas de deidades engañosas nos han llevado a dejar de nutrirnos de su Palabra, para llenarnos de apegos y motivaciones alucinantes que simplemente nos llevan a obviar el principal propósito de este mundo, el cual tiene que ver con nuestro retorno a nuestra morada celestial, adorándole, שָׁחָה, Shajah, postrándonos y humillando ese ego hasta unirnos a Él.

Creer, הִבְדִּיל, jhivdil, Hifil, como llamado de atención permanente, tiene que ver con buscar, ya no solo el creer en Él, sino sobre todo el que le creamos a Él, lo que implica que todas nuestras actividades, pensamientos y palabras estén enfocadas en denotarnos inicialmente a nosotros mismos y luego si a los demás, que esa es nuestra misión de vida: respetar sus preceptos y mandatos, obedecerle, para con su guía corregirnos de nuestros equivocados caminos y así reintegrarnos a Él a través de Su obra, reconociendo que hay un solo Creador quien debemos honrar a través de nuestras palabras y actos.

Tristemente incluso sin darnos cuenta terminamos adorando becerros de oro, עֵגֶּל הַזָהָב, ‘ēggel hazāhāv, pese a que aun siendo lectores del Texto de Textos tenemos claro por nuestros ancestros que aun creyendo en Él y siendo benefactores directos de sus milagros, le fallamos. De allí la importancia de comprender que nuestro Creador bajo la investidura de hijo, se presenta ante el mismo Moisés para recordarle que su nombre es “Yo soy el que soy”, lo que en un sentido literal también explica que no hay más dioses, ya que el verbo ser en su puro presente, esta fuera de todo proceso, incluso interpretativo.

El Texto de Textos nos revela en Juan 17:3, “Y esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Creador verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado”.

Oremos para adorar más a nuestro Creador que a las imágenes humanas.  

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