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Mi Kabbala – Kislev 24, 5785 – Martes 24 de diciembre del 2024.

¿Renacemos?

El Texto de Textos nos revela en Jeremías 10:1, “Oíd la palabra que Jehová ha hablado sobre vosotros, oh casa de Israel. Así dijo Jehová: No aprendáis el camino de las naciones, ni de las señales del cielo tengáis temor, aunque las naciones las teman. Porque las costumbres de los pueblos son vanidad; porque leño del bosque cortaron, obra de manos de artífice con buril”.

Conceptos como Lehivaled, עִברִית, nacer, así como LeiDá, nos hablan de un gen el cual contiene toda la información que con sus intercambios reproduce lo que reconocemos como vida la misma que podemos multiplicar al procrear logrando con esos datos que todos esos genes llenen con su Luz el oscuro espacio contraído que se generó para que pudiésemos coexistir lo que significa que estamos llamados por Su palabra a reintegrarnos fluyendo armónicamente a través de esta Su obra.

Intercambios moleculares que nos muestran un renacimiento constante, siendo el cielo שָׁמַיִם‎, šāmayīm, como morada del Creador nuestro objetivo para lo cual el mismo tuvo que humanarse para que atendiéramos sus señales las cuales nos proyectan ese camino de retorno que no percibimos debido a que nuestras búsquedas dependen del pecado y sus alucinaciones egocéntricas, las mismas que distraen nuestra atención evitando que nos reconozcamos como partes integrales de Él, siendo necesario que nos concienticemos de todo lo que ello significa durante nuestro corto proceso de vida terrenal.

Cada niño, Yeled, ילד que nace nos llama a celebrar que un alma más tiene la posibilidad de iniciar ese proceso vital, constituyéndose ello en la mejor forma de encontrar más y nuevos motivos para unirnos fraternalmente y a partir de ello asumir una serie de actividades y responsabilidades que se traducen en sabernos Luz, parte integral y por ende en reconocernos como hijos de un Creador, que nos permite ser padres como Él para que entendamos la necesidad de amar, renovando así nuestra mente, palabras y pensamientos para pasar de ese ser material, al espiritual.

Se trata de engendrar, יָלַד, yalad, de nacer de nuevo: yivvaled ish milma’ǝlah, tal y como nos lo planteó nuestro Señor Jesucristo, lo cual implica el conmemorar, ojala a diario, dicha posibilidad celestial que dio su inicio con un acto de amor, ese que Él tuvo para con nosotros al hacernos a Su imagen, lo cual va mucho más allá de nuestras costumbres de percibirnos como creyentes amarrados a tradiciones, para enfocarnos ya no en esos ideales paganos que todavía siguen confundiéndonos con sus campanas, velas y decoraciones  en vez de adorarle únicamente a Él distanciándonos así de tantas deidades que nos esclavizan.

Nicodemo, νικη, victoria, como hombre de fe, nos llama a que cada día nos permitamos mirarnos como un milagro, ya que Él mismo nos otorgó la oportunidad para renacer y proclamarle como nuestro Salvador y por lo tanto, convertirlo en la razón de ser de nuestras vidas, celebrando a su lado que somos Luz para iluminar las oscuridades de este mundo que tanto nos sofoca con ritos y mitos que nos confunden más, lo que quiere decir que a partir de ese renacimiento la esencia de su mensaje, no solo implica el amarnos los unos a los otros sino también el aceptar y recibir la vida eterna aquí y ahora gracias a esa fe.

El Texto de Textos nos revela en Juan 1:1, “En el principio era el Verbo, y el Verbo era con el Creador. Este era en el principio con el Creador. Todas las cosas por él fueron hechas, y sin Él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho. En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres”.

Oremos para que Jesús nazca y renazca en nuestro ser.

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