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Mi Kabbala – Tishrei 18, 5785 – Domingo 20 de octubre del 2024

¿Tradición?

El Texto de Textos nos revela en Levítico 23:34, “habla a los hijos de Israel y diles: A los quince días de este mes séptimo será la fiesta solemne de los tabernáculos al Creador por siete días. 35 El primer día habrá santa convocación; ningún trabajo de siervos haréis”. 

Nos reiteramos en rutinas, conductas, comportamientos y actividades incorrectas que transferimos a las nuevas generaciones, lo que hace que, como creyentes, nos propongamos ser un mejor ejemplo. De allí que celebraciones como el Sucot o tiempo de alegría (סֻכּוֹת, סוכות, sukkōt) nos hablen de esa oportunidad para manifestar nuestra gratitud hacia nuestro Creador, quien nos entregó todo: la tierra para nuestra labor y sustento. Por ello, dicha sucá (cabaña, tabernáculo o tienda, como nuestra morada terrenal) nos expresa la necesidad de convertir nuestro desértico templo corporal en un escenario de gratitud por todas las provisiones, satisfacciones y la guía que nos ofrece el Creador.

Confiar en el Creador implica, por ende, vivir alegres, positivos y agradecidos, dedicando nuestras labores a Él. Es un tiempo de oración permanente para que, más que agitar en todas las direcciones algunos manojos de ramas dentro del Sucot, nos demos cuenta de que no hay mejor mitzvá (מצוה, mandamiento) que seguirle, entregándole nuestras primicias, más allá de las cuatro especies o Arbaat Haminim, compuestas por el lulav (una hoja de palma cerrada), el etrog (un fruto de cidro), los hadasim (las tres hojas de mirto) y las aravot (algunas hojas de sauce); ofreciendo nuestras vidas, sabiéndonos Sus hijos.

Cuando Moisés (מֹשֶׁה) rompió de forma agresiva las tablas de piedra con los Mandamientos al ver que su pueblo adoraba un falso ídolo, acto seguido regresó a la cima de la colina para pedir el perdón divino, expiando con ello todo pecado y recibiendo nuevamente los diez mandamientos. Este hecho nos enseña que tenemos una constante cita, en un lugar de encuentro especial, en un día señalado con Él. Ese encuentro es todo un Yom Kipur, Pésaj (pascua), Shavuot (Pentecostés); en fin, una fiesta que, como la de las cosechas o tabernáculos, nos llama no tanto para festejar la terminación de un ciclo agrícola y su vendimia, sino para reconocer nuestra necesidad de peregrinar hacia la nueva Jerusalén.

Se trata de priorizar esa búsqueda de nuestro hogar celestial como familia, siendo el estudio de la Palabra y la oración parte de ese reencuentro diario que hace brotar las alabanzas para celebrar con nuestro Señor Jesucristo, no solo Su primera venida y ministerio terrenal, sino también esa misericordia que, como tiempo de siega (peah, cosecha, מסכת), nos habla como iglesia para integrarnos, a la espera de su segunda venida, en la cual disfrutaremos de Su plena presencia y de sabernos, por fin, parte y ya no aparte.

Los textos bíblicos guían ese trasegar, reorientándonos para que todas nuestras tradiciones (תַּנַךְ, tanaj), así como las tareas que debemos emprender a diario, no nos desvíen, ni a nosotros ni a nuestros entornos, fruto de una cultura exageradamente comprometida con lo mercantil. Esto conlleva una tendencia absurda en la que vamos perdiendo no solo el respeto, la admiración y el temor, sino también el amor que debemos profesarle a nuestro Creador, el mismo que se expresa en la infinita gratitud por todo lo que nos provee a diario.

El Texto de Textos nos revela en Juan 7:1, “estaba cerca la fiesta de los judíos, la de los tabernáculos;y le dijeron sus hermanos: Sal de aquí, y vete a Judea, para que también tus discípulos vean las obras que haces. Porque ninguno que procura darse a conocer hace algo en secreto. Si estas cosas haces, manifiéstate al mundo. Porque ni aun sus hermanos creían en él”.

Oremos para que con nuestras diarias costumbres alabemos más al Creador.

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